Tesis sobre la depresión milenial

DOCE CONSIDERACIONES PSICOPOLÍTICAS MARGINALES

ALLAN ORTIZ MORALES

A los Maquiavelos desahuciados de casa presidencial, príncipes posmodernos, milenials antiheroicos. Piensen en su generación.

I

El bachiller o la maestría, la licenciatura o el diplomado, la sociedad del tico milenial que fresea y anhela rangos académicos. Pero lejos de los frutos de su esfuerzo, la verdadera satisfacción está en prolongar indefinidamente lo inevitable: confrontarse con lo inhóspito, lo ajeno, el verdadero desierto de lo real. El mercado laboral costarricense es similar a aquella máquina en donde por unas cuantas monedas podías utilizar una palanca mecánica para ver como sostenías precariamente un peluche, e intentabas trasladarlo al estrecho agujero de salida. Aunque la ansiedad porque no caiga el juguete impulsa movimientos lentos y cautelosos, la configuración misma del artefacto impide que el teddy bear escape de su prisión de cristal. Todos somos el juguete, sabemos que es poco probable salir de ahí, pero queremos una fría palanca gris que nos de falsas expectativas; acariciamos el metal, pero no pretendemos realmente huir de la  asfixiante masa de objetos de la cual somos parte. Al mismo tiempo todos somos el niño engañado, seguimos echando monedas hasta donde nos lo permita el presupuesto.

II

Cuando finalmente nos introducimos en el mercado laboral, rápidamente nos damos cuenta que a los veinti-tantos años ya nadie espera cumplir sus metas de juventud. Los discursos de superación personal y relevancia profesional que se escucharon en el colegio antes de las pruebas de aptitud académica eran solo eso, discursos de superación personal.

III

El Gran Hermano de Orwell y el panóptico de Foucault son reales pero dialécticamente inversos: se llaman Facebook e Instagram, y escrutinan  públicamente todos los momentos de nuestra vida. La única diferencia es que entre más felices y realizados buscamos aparecer, más consientes somos de nuestra dependencia a una nueva vigilancia totalitaria: la vigilancia de los followers, de los amigos, y de los spam. Somos esclavos sadomasoquistas de la nueva vigilancia liquida, nos encantan las teatralidades públicas. Muy en el fondo todos somos Nayib Bukele.

IV

Del capitalismo tardío dimos un salto al capitalismo de plataformas, desterritorializamos el significado del trabajo a través de una gerencia de la miseria propia. Nos damos cuenta de ello cuando descubrimos que por más que lo fingimos, buscar trabajo al fin y al cabo es emprender: emprender es buscar un trabajo en el marco de la informalidad, y el doce por ciento de desempleo que nos empuja a la desesperación; emprender es una prueba de fe en ofrenda nuestros nuevos dioses (Sykes, Taco Bell, Intel). Cuenta la historia que el mayor emprendimiento de un milenial callcentriado, fue dejar fumar Marlboro e iniciarse en el mundo del vaporizador sabor menta. Lentamente nos consumimos en el desconsuelo cuando nos damos cuenta del valor de los pantalones en nuestra tienda de skate and surf favorita.

V

Leer libros en pdf es nuestra expiación de los pecados capitalistas que cometemos cada vez que visitamos el cine, compramos un nuevo piercing, o derrochamos en cafes capuchinos o tés de chai. El Acrobat Reader DC y LibGen son nuestro purgatorio.

VI

Los nuevos lugares de la memoria van a ser las revelaciones en lenguas bíblicas del fracaso –a medias- del movimiento neopentecostal -¡Ramasheka Talamasoa!-, el diciecho brumario de Coalición por Costa Rica, la revolución de las crayolas, la Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas conocida popularmente como el paquete fiscal, los gritos del presidente Alvarado en la provincia de Guanacaste provocados por una hambruna repentina, los grafitis en el edificio de Ciencias Sociales de la UCR, la renuncia de la Tatcher tropicalizada, el surgimiento de un emisario del Banco Mundial, y la gran recesión económica del bicentenario. Alrededor de dichos lugares de la memoria se van a condesar experiencias, melancolías y olvidos selectivos. También es cierto que la identidad nacional del tico milenial va a incluir la certeza de que no solo los diputados evangélicos pueden ser estúpidos pero no idiotas.

VII

El fin de las ideologías no es el fin de las ideologías. Sobrevive un tipo particular de progresismo que se enfurece cuando se cuestiona el rol de los baños unisex, pero calla cuando los proyectos de ley de Pedro Muñoz avanzan en el plenario. Ese progresismo que desea erradicar las bolsas plásticas pero no las parecetamol made in China. Ese progresismo de Barrio Escalante, para los usuarios de Barrio Escalante. Ese progresismo semi-ilustarado que olvida con frecuencia que en los Barrios del Sur la mortadela y el salchichon no son marca Cinta Azul. Ese progresismo que enloquece con la teoría poscolonial, pero apenas puede compra ropa americana. Ese progresismo que ve en Juan Diego Castro al enemigo público número uno, pero ignora la existencia de miles de votantes que transformaron a Dragos Donalescu en un diputado de la Asamblea Legislativa. Ese nuevo progresismo, si ese nuevo progresismo que combina todo la anterior no entiende la desesperación de Houllebecq.

VIII

La muerte del bipartidismo depende de la generación milenial: en pocas palabras, podemos asegurar que esos partidos manipularán a los futuros nuevos progresismos.

IX

La generación milenial es la culpable de la aparición y la consolidación de los Estudiantes Liberales de la UCR y de Brandon Toruño.


X

Las torres departamentales vacías no serán llenadas por milenials.

XI

La mayor bendición para esta generación es poder extender la vigencia de la seguridad social hasta los veinticinco años, pues la milagrosa Caja Costarricense del Seguro Social expende dosis considerables (y consoladoras) de clonazepan, difehidramina, lamictal y risperidona; gracias a ellas en la noche pueden los parpados ser muy pesados.

XI

Los milenials nunca comprenderán la grandeza de Karl Ove Knausgard. 

ALLAN ORTIZ MORALES

Estudiante de Historia Universidad de Costa Rica