El carácter Borg de una sociedad hipervigilante

JUAN CARLOS VÁSQUEZ DREXLER

En China existe todo un ecosistema estatal alrededor de la captura de datos biométricos y otros de carácter personal, con cámaras capaces de identificar a una sola persona entre miles en un estadio. Asimismo, otras naciones están considerando o ya han tomado un enfoque similar en pro de la “seguridad ciudadana”. La implementación de cámaras de seguridad en los cantones destaca como una las principales propuestas de seguridad en los próximos comicios municipales de nuestro país.

Por otra parte, el informe realizado por la OEA sobre la integridad de las elecciones bolivianas evidencia la existencia de una supuesta infraestructura informática electoral alterada. Se trata de análisis que discute redireccionamientos en el flujo de datos a servidores ajenos, alteraciones en las IP, modificaciones directas sobre las bases de datos como demás maniobras que irrespetan la opinión pública. Se infiere del informe: debió de haber más vigilancia. Ya ni siquiera las instituciones democráticas están exentas del impulso de ser monitoreadas ante las vulnerabilidades de la tecnología – aquella mal implementada, la manipulada para propósitos megalómanos. De todos modos, los sistemas se corrompen por los mismos datos que estructuran.

Hoy se vende un estimado de más de 106 millones de cámaras de vigilancia, se comenta que para el año 2020, alrededor de 6.1 billones de personas tendrán acceso a un celular con capacidad de toma de imágenes, sin contar que más de 1700 satélites monitorean nuestro planeta (Draper, 2018). Es el paraíso de cualquier exhibicionista, no obstante, toda esta situación no hace más que acrecentar los síntomas de hipervigilancia en la sociedad – la torna más intensa, sensible, ansiosa de su entorno.

Hipervigilancia agravada por la red de redes, por dispositivos de monitoreo asistidos por algoritmos de procesamiento de datos, captando patrones y realizando conexiones, domando los volúmenes masivos de información absorbidos por centinelas integrados a la deus ex machina conocida como inteligencia artificial, con la cual los gobiernos y otros poderes sociales se enteran de nuestras infracciones y automatizan el comportamiento individual. ¿Hacia dónde nos dirigimos con esta hipervigilancia?  

Con tecnología cada vez más cercana al albor de la ciencia ficción, no estaría de más decir que a la pesadilla de una singularidad plasmada en la figura del Borg: la de un organismo desfigurado por la combinación entre lo sintético y lo orgánico, ansioso por su integridad corpórea y obsesionado con asimilar todo ser vivo dentro de una consciencia colectiva. Hoy día somos incapaces de lidiar con los antagonismos porque siempre encontramos un pensamiento en sincronía con el nuestro, pero tampoco sabemos si nuestras ideas son realmente nuestras. Aun así, imponemos sobre el resto una ilusiva hegemonía digiriéndolos en un ideal colectivo repleto de anarquismo y nihilismo.

Y es que, con tal de escapar del riesgo y la incertidumbre, confiamos en instituciones hoy carentes de solidez para que velen por nosotros a través de un lente – sin nadie que los vigile a ellos – sometiéndonos a algoritmos que crean más fascinación por su esoterismo que por su comprensión, inconscientes de que en el proceso construimos un panóptico sobre la libertad. Para el Borg, el individuo libre es un concepto errático carente de efectividad y un atentado para la misma colectividad.

Debemos preguntarnos si realmente con esta hipervigilancia y codependencia tecnológica, no estamos forzando perspectivas y diluyendo nuestra individualidad en la fantasía de una realidad aumentada.

BIBLIOGRAFÍA

Draper, R. (2018, enero 19). They Are Watching You—And Everything Else on the Planet [Magazine]. Recuperado 13 de noviembre de 2019, de National Geographic.

Juan Carlos Vásquez Drexler