Raquel, gracias por llorar
DANIEL BOJORGE
Llorar por cualquier cosa: Una forma de rebelarse contra la burguesía.
En su famoso programa Radial, el argentino Alejandro Dolina dedicó en una ocasión algunos cuantos minutos para hablarnos sobre la necesidad de seguir jugando en secreto.
La historia empieza cuando un hombre increpa a Dolina y a manera de insulto le dice que él se comporta como un "Peter Pan". Entonces el autor de Crónicas del Ángel Gris, según cuenta en el programa, empieza a garabatear un texto en un papel cualquiera.
Dolina le contesta al hombre que nuestra sociedad empuja a los niños y niñas a vivir situaciones adultas. Entendidas estas como, básicamente, la precocidad en el deseo de las relaciones sexuales y el hábito del consumo. Ante esto, da una defensa de los derechos plenos de la niñez, particularmente sobre el juego. Aprovechándose de la circunstancia cita una frase de la biografía de Sir James Barrie, autor de Peter Pan y Wendy: “El horror de mi infancia es que yo sabía que se acercaba el tiempo en que debería renunciar a mis juegos y eso me parecía intolerable. Resolví seguir jugando en secreto."
De alguna manera, esta sociedad nos exige “abandonar los juegos y progresar”. Dice Dolina: Se trata de seguir en secreto profesando una moral heroica. De seguir creyendo. De creer, no con la estupidez de los mamertos, sino con la locura de los que jamás podrán aprender a acomodarse en un universo burgués de mezquindad, de seguros contra robos y de electrodomésticos como parámetros de dicha.
Hace unas semanas mientras revisaba mis redes sociales, vi una publicación de una gran amiga de este enorme universo digital que me dejó pasmado. Raquel publicó en un pequeño texto que, a lo largo de su vida, ha habido han llamado “tontería” a su inclinación a llorar. Hablando con ella por mensaje privado, me contó que la gente la ve como una persona débil por su sensibilidad.
Eso me hizo recordar a Barrie, a Dolina y a esa lucha constante de ver la “adultez” como un conjunto de normas que no son más que el terrible deseo de dejar todo rastro de felicidad. ¿Por qué abandonar el llanto? ¿Por qué ser “fuertes” y destruir esas pulsaciones tan humanas? Llorar es otra de esas formas de ser insurrecto hacia esa obligación de ser “grande”.
Quizás Dolina tenga razón. Quizá y este mundo nos exige entrar dentro de los circuitos de consumo, esa “mediocre resignación que algunos llaman madurez”.
Dolina sentencia: “Claro que allí están las personas razonables que nos desprecian y nos dicen Peter Pan. Y se ríen de nuestros juegos y de nuestros sueños. Para ellos es todo el mundo. El mundo de los adultos y de los burgueses.”
Gracias, Raquel. Gracias por recordarnos que es posible ser sensible en este mundo. Que llorar por cualquier cosa no es un signo de debilidad, sino de gran fortaleza. Gracias por darnos la esperanza de que, en el fondo, podemos seguir enamorándonos de una de estrellas, o jugar a que la vida puede ser un poco mejor. Gracias por decidir ser vos misma.
Gracias por llorar.
DANIEL BOJORGE
Docente y Escritor