Pelea de gallos en directo

ADRIANO RAMÍREZ JEREZ

Hice las compras más rápido que ducha de motel para ver el debate de 7 Días sobre el Secreto Bancario. Compré Stella Artois porque, a pesar de que soy un come chorizo, era una noche especial. Creo expectativas y espero, consciente del peligro de ser abandonado o de que me sobre cerveza. No hubo, sin embargo, armonía entre mis tragos y los tiempos del maximizado debate. Atónito, porque creí que estaban prohibidas, observé la pelea de gallos en directo arbitrada por ¿Ramón Luis Méndez? Fue imposible seguir los argumentos de los referentes del debate público, seducidos y expuestos por un formato que los transforma en depredadores rabiosos; apurados por acorralar a su presa y exponerla sangrante ante su tribuna.

Presencié, entonces, una puesta en escena para bandillas culturales; producto de alta demanda en la era del elogio a la identidad; lo que la pensadora española Elizabeth Duval califica como ¨esencias fijas e inmutables¨, la uniformidad según qué etiqueta; o la condena del movimiento. Esa Inflexibilidad del pensamiento que caracteriza a las sociedades de hoy conduce el debate público a la antítesis del concepto de Scott Fitzgerald citado por Ricardo Piglia: ¨Una inteligencia de primera calidad es aquella capaz de pensar dos cosas contradictorias al mismo tiempo¨.

¿Qué nos queda? Además de dos tantos de cerveza: atrofia intelectual. El debate reducido al juicio moral sobre cuál se comportó mejor y de manera más recatada; una cosa de buenos y malos. Así, alcanzamos la lógica del mundo de hoy: comportarse todos como salvajes y luego señalar al otro por hacerlo peor.