Parásito, el olor a pobre.
“La gente que viaja en metro tiene un olor particular… como a trapos hervidos”
Hay una frontera inquebrantable, completamente vertical, un macizo urbano de inversas y desconocidas montañas semejante a la cifrada Selva Negra en la que se perdiera Dante. Preguntarse cuál habría sido el inverso pecado de la familia Kim es una fatua nimiedad, el eco de una retórica irresistible que amenaza con justificar la pena como contrapaso de la culpa, tan inverosímil como la categórica estupidez que reza: “la gente es pobre porque quiere”.
Comenzamos en un saturadísimo espacio en el que hasta las heces resucitan por encima de la cabeza de los Kim: tres aposentos inmediatos y una mesa representan la geografía de una familia plenamente desocupada. Los sórdidos recovecos se comparten como los absurdos deslices de quienes habitan una ribera sin furia.
A la altura de los ojos el piso de un vestíbulo, que es al mismo tiempo una plaza común, una calle de la que se escapa solamente a través de una infinita escalera de íntimos peldaños, tan cercanos como marginales.
Tenemos entonces una familia desdibujada por una fulminante realidad sin riqueza material, sin acceso a la salud, sin acceso a la educación y cuyo único patrimonio es la resiliente destreza que les ha prodigado vivir sorteando los bordes de la miseria.
La paradoja coreana
Corea del Sur ha tenido una disímil evolución en la distribución del ingreso; en el período entre 1980-1994 tuvo una dramática disminución, pero fue una tendencia que se revirtió en el año 95 y persistió hasta el 2007, periodo en el que la desigualdad creció de forma sostenida. A partir del 2008 y hasta el 2016 se ha mantenido constante.
La experiencia coreana exhibe algunas cuestiones teóricas muy interesantes: durante el primer período, la distribución del ingreso tuvo un comportamiento contrario a la tendencia de los países en vías de desarrollo, en los cuales las diferencias más bien aumentaron.
Por otro lado, la desigualdad social ha tenido un comportamiento creciente desde la década de 1990. Éste período fue de grandes cambios económicos, sociales y políticos como el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con China (1992), la unión a la OCDE (1996), la crisis financiera del 97 y el cambio en el poder político.
El comportamiento del Gini muestra que el ingreso de los hogares más pobres decreció de manera sostenida desde la crisis financiera. El índice, medido por deciles, también muestra que la desigualdad ha crecido más rápidamente en la parte inferior de la distribución del ingreso que en la parte superior, lo que ha provocado que la tasa de pobreza relativa aumentara después de la crisis, mientras que la tasa de pobreza absoluta volvió a su nivel previo a la crisis.
Lo anterior arroja un resultado pasmoso: cerca de la mitad de los habitantes coreanos adultos mayores viven en relativa pobreza; aún cuando los datos sobre calidad de vida, salud y pobreza son alentadores. Por ejemplo, las mujeres surcoreanas que nazcan en 2030 podrán esperar vivir hasta los 90 años en promedio.
El origen de tal paradoja está entonces en el mercado laboral, pues aún cuando los adultos mayores deben seguir trabajando, muchos de ellos fueron incapaces de acumular un nivel suficiente de ahorro que les prodigara una vida digna, esto por cuanto utilizaron sus ingresos en la educación de sus hijos en buena medida.
Por otra parte aún cuando las personas jóvenes, parte de la población económicamente activa (PEA), están educadas (con estudios de bachillerato y se logran incorporar a las universidades), son pesimistas sobre el futuro de la economía. Tal percepción de carestía se debe a que los ingresos (sobre todo de los trabajadores de los primeros deciles) son ínfimos, lo cual no les permite acceder a la tenencia de vivienda y deprime el consumo en el mediano plazo.
El universo de Naamgoong
Tenemos entonces una casa amplísima de una arquitectura profusa y pulcra, a la cual arriba la familia Kim solo ayudada por su malicia. Salir del subterráneo caserío es ascender a un Cielo imposible, como la negra cuchara de amarga esencia humana de Vallejo, que va y viene como prometiéndonos algo que sabemos nunca vendrá.
Un ficticio arquitecto, Naamgoong, crea un Cielo igualmente ficticio (como todo Cielo), que es el escenario donde tiene lugar toda la irónica dinámica de las familias (como un chiste de Buñuel), se abre austera y pulidamente en oposición a la realidad del departamento abarrotado de los Kim, es decir, el universo de la desigualdad.
Hasta la lluvia, por ejemplo, tiene una función dual, pues mientras alrededor de la casa de los Park cae sin importancia, con elegancia y crea un ambiente acogedor; alrededor de la pieza de la familia Kim destruye impunemente todo amague de plan, toda esperanza de ascenso social y por supuesto todo hálito de humanidad. Similarmente a la justicia.
El universo coreano
La variación salarial intersectorial y dispersión salarial intereducativa aumentó sustancialmente entre 1998 y mediados de la década de 2000, y disminuyó modestamente después. Sin embargo, también es plausible decir que el aumento de la desigualdad salarial, agregadamente, ocurre dentro de los mismos sectores y grupos educativos en lugar de ser una diferencia interorgánica, lo cual provoca una marcada sensación de diferencia.
Desde esa perspectiva es plausible sugerir que la riqueza producida, la apertura y el intercambio, explican pobremente las diferencias de ingreso en Corea, en contraste del comportamiento del mercado laboral, cuya influencia es robusta.
Bong Joo Ho
Bong Joon Ho, en el opúsculo de su golem, dice: “Para las personas en diferentes circunstancias, vivir juntos en el mismo espacio, no es sencillo”. Dice además que “en este mundo triste las relaciones humanas basadas en simbiosis y coexistencia, son frágiles y un grupo es forzado a relaciones parasitarias con respecto a otros”.
El director mismo, inclusive, es una versión más humana de un dios; comprende que “como un retrato de personas ordinarias que caen bajo una inevitable conmoción, el filme es una comedia sin payasos y una tragedia sin villanos”.
Finalmente, todo alrededor del filme es una muestra de una realidad usual y voluntariamente ignorada, la realidad de la desigualdad y la extrema pobreza. Todo lo que hace la familia Park denota una cándida ignorancia de la realidad social y antropológica del par, las relaciones parasitarias son menos maniqueas y más complejas.
Por ejemplo, no es solo una suspicacia del pequeño Da-Song (hijo menor de los Park), el notar que el olor de todos los miembros del “servicio”, huelan igual. Su padre, el señor Park también dice notarlo, con la diferencia de que él mismo es la encarnación de la perpetuación de la desigualdad como representación de clase, dice: “No puedo soportar a la gente que cruza la línea”.
Esta pasmosa realidad que nos salta en la cara, suavizada con el humor, es rotundamente descrita por la madre Kim, Chung-Sook, quien aún siendo una antigua medallista en la categoría de lanzamiento de martillo, se ve sumida también en el voraz y antropofágico paradigma de la desigualdad. Ni su talento, ni su pasado, ni su determinada personalidad logran ser una catársis.
Chung-Sook dice:
“El dinero es una plancha. Suaviza todo pliegue”.
LUIS CARLOS OLIVARES
luigyom@hotmail.com