Maestro Cardenal

JURGEN UREÑA

Las primeras imágenes de Ernesto en la Tierra (2020) muestran a un hombre mayor, de boina negra y cabellos blancos, que camina con la ayuda de un bastón, delante de un grupo de muchachos. El hombre mayor es Ernesto Cardenal, por supuesto, y esos pasos juveniles tras el maestro pueden ser leídos como la declaración de intenciones de un largometraje que lo cuenta todo con una profunda admiración. La admiración joven y entusiasmada de unos cineastas que han comenzado a trazar su camino tras las andanzas de una de las figuras más notables de la Centroamérica del siglo XX.

Para contar la historia de Ernesto Cardenal es necesario hacer una crónica de las últimas décadas en nuestra región y de algunas de sus revoluciones políticas y religiosas más significativas. Es necesario, además, desplazar la mirada constantemente, del sacerdote al poeta, del traductor al gestor cultural, del artista plástico al político y del místico al teólogo marxista. Todo eso fue Ernesto Cardenal, unido y en constante movimiento. Todo eso lo cuenta el documental Ernesto en la Tierra, con un oficio y una fluidez que contrastan con la juventud de sus creadores.

Comencemos desde el principio. Un buen día, en enero de 2017, un nonagenario Cardenal recibe a unos estudiantes de cine que han viajado desde Costa Rica para conversar con él. Platicar, le dijo seguramente Luz Marina, su asistente de toda la vida. Dialogar, pensó el maestro, como hicieron veinticinco siglos atrás, un día sí y otro también, Sócrates y su discípulo Platón. No por casualidad, el diálogo es el hilo conductor del documental desde sus primeros minutos, cuando se presenta a un Ernesto de seis años de edad, que escribe y dedica un poema a Rubén Darío. No por casualidad, el motivo del maestro admirable y el discípulo admirado se manifiesta de manera recurrente en el largometraje.

Durante sus 74 minutos de duración, mediante el uso de un minucioso material de archivo, Ernesto en la Tierra nos permite conocer a los muchos Ernestos que habitan en Cardenal: el joven enamoradizo que hizo de cada muchacha una musa, el hombre que ingresó en la abadía trapense de Nuestra Señora de Getsemaní, el que regresó a Nicaragua para ordenarse como sacerdote y el que poco después inició una revolución, profundamente personal y visionaria, en el corazón de la liturgia católica. Una revolución basada en el placer de la palabra compartida y en el difícil arte de escuchar.

Esto lo explicaba Cardenal en el prólogo de su Evangelio en Solentiname (1975), con unas breves líneas que expresan el espíritu de la teología de la liberación: “En Solentiname, un retirado archipiélago en el Lago de Nicaragua, de población campesina, tenemos los domingos, en vez de un sermón sobre el evangelio, un diálogo. Los comentarios de los campesinos suelen ser de mayor profundidad que la de muchos teólogos, pero de una sencillez como la del mismo evangelio. No es de extrañarse: el evangelio o «buena nueva» (la buena noticia a los pobres) fue escrito para ellos, y por gente como ellos.”

Las capas de la cebolla

Ernesto en la Tierra incluye a otras figuras destacadas de la Nicaragua contemporánea, como los escritores Sergio Ramírez y Gioconda Belli, como una forma de propiciar el diálogo entre pares y de actualizar las reflexiones sobre la revolución sandinista. Esto permite dimensionar el lugar fundamental que ocupó Cardenal en ese contexto y produce una idea que deambula todo el tiempo en la cabeza del espectador: muy pocos han logrado expresar con tanta lucidez y claridad las relaciones entre amor, religión y utopía.

Esa clarividencia sobre las capas de la cebolla que llamamos realidad se confirma en la forma meteórica en que Cardenal impulsó la pintura primitivista entre los pescadores y campesinos de Solentiname, por ejemplo. O bien, en su célebre Oración por Marilyn Monroe (1965), que el poeta declama en estado de trance en medio del documental: “Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros / por nuestra 20th Century / por esa colosal súper producción en la que todos hemos trabajado. / Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.”

Como puede suponerse, Ernesto en la Tierra no es el primer documental que indaga en la vida y en la obra de una figura tan notable como Cardenal. También lo hacen audiovisuales como Radiantes (2010), Solentiname, lugar de huéspedes (2004), El evangelio de Solentiname (1978) y Vida en el amor (1988), que está disponible en Internet. Sin embargo, el documental dirigido por Manuel Bonilla destaca por su pertinencia, buscada a lo largo del metraje y felizmente encontrada, en el contexto de la actual crisis política en Nicaragua.

Esa intención resulta evidente cuando la película contrasta las palabras de Cardenal sobre la persecución de los jóvenes nicaragüenses con las imágenes de los actos violentos que se produjeron en abril de 2018, como consecuencia de las reformas al sistema de seguro social. Las imágenes muestran a unos jóvenes que son atacados por la policía mientras el poeta declama y el documental parece gritar: ¡Cardenal vive! Esa es la arenga joven, entusiasta y esperanzada, que le confiere un aliento propio a Ernesto en la Tierra.

Tras su estreno en el Festival Ícaro de Guatemala, en diciembre del 2020, el largometraje se proyectó en el Ciclo de Cine Centroamericano de Viena, donde recibió el Premio del Público. Este 20 de enero, a las 4 pm, se proyectará en el Cine Magaly de San José. Ojalá que el ritual de la sala oscura logre llevar a muchos espectadores al Solentiname de las enseñanzas del maestro Cardenal. Ojalá que el trabajo admirable de quienes están detrás de Ernesto en la Tierra propicie el diálogo tan preciado por el poeta. Ojalá.

JURGEN UREÑA

Cineasta