Guerras y dictaduras en la novela de Isabel Allende
JUAN RAMÓN ROJAS
Desde Hija de la fortuna (1999) había dejado de leer a Isabel Allende. Después de esta obra, dejé de frecuentar su narrativa, tal vez prejuiciado por alguna crítica que descalificaba su obra por superficial y hasta predecible, encaminada a buscar la crítica complaciente y el éxito comercial, que parece que efectivamente ha logrado. Por esta razón no tengo un juicio preciso sobre su obra en general, salvo las anteriores a 1999, aunque he seguido con interés su carrera de escritora. Sé que es una autora prolífica, con buen suceso de ventas y gran aceptación del público lector, desde que emergió como escritora con La Casa de los espíritus (1982), una novela que algunos críticos quisieron relacionar con el realismo mágico de Gabriel García Márquez.
Se podría sospechar que establecer este vínculo con la narrativa garciamarquiana sería una forma de restar originalidad a una mujer que empezaba a abrirse una brecha en el cerrado y excluyente mundo machista del boom de la narrativa latinoamericana, fenómeno literario en el que las mujeres, algunas con relatos tan merecedoras de reconocimiento como los de los varones, resultaron marginadas.
Ahora he vuelto a Allende con Largo pétalo de mar (Plaza y Janes, 2019), título sacado de un verso de su compatriota, el poeta y premio nobel de literatura Pablo Neruda (1904-1973). No cabe duda que es y será un rotundo éxito en España y posiblemente en América Latina. Es una lectura que atañe directamente a los españoles y chilenos, escenarios principales de la novela. En las librerías españolas su obra luce en un lugar destacado, al igual que también ha tenido gran repercusión en los medios de comunicación.
En la obra están presentes grandes acontecimientos políticos que sacudieron las conciencias del siglo XX como son la Guerra Civil Española (1936-39), la dictadura de Franco, y el golpe de estado contra el presidente Salvador Allende, en septiembre de 1973, y la posterior dictadura de Augusto Pinochet. Es un largo viaje de los protagonistas, el médico Víctor Dalmau, y la pianista Roser Bruguera, hacia un doble exilio, huyendo de la brutalidad que se avecinaba con la dictadura franquista. Con crudeza y realismo, describe aquellos trágicos acontecimientos que ocurrieron precisamente hace ochenta años.
Dalmau y Bruguera, al igual que miles de españoles, se ven obligados a abandonar, en este caso Cataluña, en las condiciones más precarias que uno se pueda imaginar, luego de que las tropas de Franco vencieran en el conflicto armado al bando republicano. Deben abandonar su tierra y refugiarse en el sur de Francia, luego de una angustiante travesía de los Pirineos, con todo el desarraigo que esto implicaba en una Europa intolerante a las puertas de una de las tragedias más grandes de la historia de la humanidad, como fue la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). La joven viaja embarazada de Guillem, hermano de Víctor, quien ha muerto combatiendo al franquismo, suceso trágico que le han ocultado.
El destino final será Chile. Neruda, ya un poeta de renombre internacional y que había sido cónsul chileno en Madrid y Barcelona, renta un barco, el Winnipeg, para que aquel grupo de personas pueda viajar y hacer vida en la nación suramericana, donde efectivamente se arraigan. Con más de 2000 españoles a bordo, el barco zarpa del puerto fluvial francés de Pauillac el 4 de agosto y arriba el 2 de septiembre al puerto chileno de Valparaíso.
Víctor y Roser, asentados en Santiago, luego deben sufrir un nuevo exilio, ahora en Venezuela, escapando de la represión de Pinochet, tras la muerte del presidente chileno. Allende, médico de profesión, se había convertido en amigo de Víctor, ambos aficionados al ajedrez. Víctor lo admiraba “en el plano político y con algunas reservas también lo admiraba en lo personal”. Junto con Roser, regresa a Chile diez años después, todavía en tiempos de la dictadura.
“A Víctor Dalmau lo sorprendió la Guerra Civil de España muy joven; en el lado republicano peleó, trabajó y se fue al exilio por eso, aceptando la ideología de su bando sin cuestionarla. En Chile cumplió el requisito de abstenerse de actuar en política, que le impusieron a los refugiados del Winnipeg, y no militaba en ningún partido, pero la amistad con Salvador Allende fue definiendo sus ideas con la misma claridad con que la Guerra Civil había definido sus sentimientos”, revela el narrador.
Desde que se diera a conocer con La casa de los espíritus, la producción narrativa de Isabel Allende (1942) ha sido abundante. Es posible que su narrativa haya perdido la magia que quiso verse en sus primeras obras, pero sigue gustando. Sus frecuentes referencias históricas vienen a enriquecer su sólida carrera de escritora y su obra literaria. Sabe llegar a un público que parece serle fiel. Pasado el boom, es una de las autoras latinoamericanas de más renombre.
Sergio Ramírez ha dicho que el norte de todo escritor es saber entretener a sus lectores, saber atraparlos, y Allende lo logra; al menos a este lector. “Nadie lee un cuento, o una novela –dice el escritor nicaragüense-, para instruirse (…). Lee para divertirse.” Cierto, pero creo que la literatura es un ejercicio que va más allá del simple entretenimiento, como en este caso con Largo pétalo de mar. Recrea, sin concesiones, acontecimientos que, para bien o para mal, han contribuido a forjar nuestra historia reciente, el mundo que nos ha tocado vivir. Y de manera cruda y realista, en un momento en que la sociedad española trata de sacudirse de los últimos vestigios del franquismo. Y, a ambas orillas del Atlántico, sigue la discusión sobre las migraciones… Y Chile, nuevamente, vive momentos dramáticos.
Un personaje de la novela “sin ficción”, El impostor, del escritor catalán Javier Cercas, acaso ayude a ubicar una corriente narrativa que ha resultado muy apetecida en estos tiempos y en la que tal vez podríamos ubicar algunas obras de Allende, pero no todas. Unas de estas obras conservarán su vigencia largo tiempo, pero es posible que otras tengan una vida efímera y pronto pasarán al olvido. “Me gusta mucho la literatura –dice el personaje-, leo bastante, también la española; pero para serte sincero, los escritores españoles de ahora me parecen un poquito insustanciales, por no decir cobardones: no escriben lo que les sale de las tripas sino lo que les parece que toca escribir o que va a gustar a los críticos, y el resultado es que no pasan de la ornamentación o el esnobismo.”
Pienso que la autora chilena nos ofrece una lectura cautivante y atractiva, un relato intenso que va más allá del juicio del personaje antes citado. Las generaciones que conocen de aquellos acontecimientos solo por tradición oral o por libros de historia podrán encontrar en Largo pétalo de mar ese lado humano en la difícil travesía que tuvieron que vivir miles de españoles, encarnados en este caso en Víctor y Roser. El hispanista irlandés Ian Gibson afirma que, después de Camboya, España es el país con el mayor número de desaparecidos en fosas comunes: más de 115.000 durante la dictadura franquista. Vale la pena su lectura.
Juan Ramón Rojas
Periodista y Escritor