Elecciones 2020: el protocolo doméstico

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Despierto temprano y Cartago está de temporal. Muy de temporal. Leo un libro de Victor Serge e intento habituarme a la idea de que es domingo. La gata del barrio, Bengui, como es usual, llega hasta la ventana y maulla. Entonces, se activa el protocolo de seguridad doméstica: mediante alguna extorsión alimenticia llevo a Piñata, mi gata, hasta la planta baja, luego subo de nuevo, cierro la puerta del cuarto, abro la celosía y dejo un puñado de alimento en el alféizar. 

Piñata detesta a Bengui. La odia profundamente. Por eso, cada vez que el protocolo falla se instala el imperio del manotazo, el gruñido y la protesta felina. Hoy, sin embargo, todo sale bien. 

Café y tostadas. 

Rimsky Korsakov. 

Piñata se olvida de Bengui.  

El libro de Serge es brutal. Ciudad conquistada, así se llama, y lanza cosas tipo: “Lo hemos conquistado todo, y todo se ha deslizado lejos de nuestro alcance. Hemos conquistado el pan, y hay hambruna. Hemos declarado la paz a un mundo cansado de guerras, y la guerra se ha instalado en cada casa”.  

Reviso redes sociales. Muchos de mis amigos y amigas progresistas consideran que la narrativa del 2018 aplica para las elecciones de alcalde del 2020. Me refiero, pues, al falso dilema civilización - barbarie. Dicen cosas pomposas y, en mi opinión, ridículas:  “Hay que votar contra los que están contra los derechos”.  

Yo, sin embargo, creo que, como en la novela de Serge, hemos conquistado el Estado de Derecho, y el totalitarismo se ha instalado en nuestra vida ordinaria. Y por si fuera poco, me cuesta trabajo creer que una elección de un alcalde. digamos, en Los Chiles basta para abolir la “democracia más antigua del continente”. 

Mientras camino hacia la junta receptora de votos, recuerdo que para René Girard los integrantes de la masa son siempre perseguidores en potencia. Sueñan con purgar a la comunidad de los elementos impuros que la corrompen, de los traidores que la subvierten.  

Hace un par de años votamos por el amor, pero hoy somos, ante todo, odio sublimado. Hace un par de años votamos por los más preparados, pero hoy tenemos un canciller propio de anuncio de Open English. Hace un par de años votamos por la rigurosidad fiscal, pero hoy, tras la farsa del IVA, tenemos el peor déficit desde Carazo. 

De regreso me topo con austeras caravanas de diferentes partidos. Cinco o seis carros con banderas. Carros nuevos, carros lindos. Solo eso. 

Paso al supermercado y compro los ingredientes del almuerzo. Un mechudo que viste pantaloneta y sudadera se cuela en la fila y pienso que la democracia, por más fetichismos y mistificaciones, no es más que la institucionalización, si se quiere feliz, de una enorme fila donde, a menudo, la gente más detestable se nos adelanta. Dicho de otro modo: no somos tan distintos a Piñata ¡Odiamos a nuestros semejantes! El tema es que, por lo pronto, el protocolo de seguridad doméstica sigue funcionando. 

FABIÁN COTO CHAVES

@fabicocha