Diario y correspondencia de George Orwell

JUAN RAMÓN ROJAS

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Pese a su corta vida, George Orwell (1903-1950) dejó un imperecedero legado literario en el que están presentes los trágicos sucesos políticos y bélicos que le correspondió vivir. Fue actor y testigo calificado de los acontecimientos que marcaron el siglo XX y continúan incidiendo en el XXI: el ascenso y caída de Adolfo Hitler, la Guerra Civil Española (1936-1939), la revolución bolchevique en Rusia (1917), el estalinismo, el fascismo y la Segunda Guerra Mundial.

Generalmente, hemos leído a Orwell como el autor de ficciones, creaciones en las describe el horror de aquellas tendencias totalitarias, que denunció y de las que fue víctima, como en las novelas 1984 (1949) y Rebelión en la Granja (1945). También Homenaje a Cataluña, un libro testimonial de cuando se desempeñó como miliciano en la contienda bélica española, en 1937.

Fue un escritor prolífico. Así se desprende de sus diarios y su correspondencia, recogidos en la obra George Orwell / Escritos en guerra (Random House, 2015), con prólogo de Miquel Berga, de la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona), con presentación y anotaciones de Peter Davison, especialista en la obra de quien fuera bautizado como Eric Arthur Blair, nombre que cambió en 1936 por el que luego fue mundialmente conocido. Este libro, aunque fundamental, solo recoge parte de sus diarios y su abundante correspondencia la que, junto con el resto de sus textos de narrativa, ensayo y crítica literaria, está impresa en veinte tomos y unas ocho mil páginas, a cargo de Davison, según se señala en el proemio. 

Los diarios y la correspondencia muestran a un hombre idealista y preocupado, comprometido con una época agitada, pero que no rehúye el desafío en momentos convulsos y complejos de la historia europea. También ambivalente en determinados tramos de su vida, en los que pareciera un anarquista o un romántico estimulado por acontecimientos que le ha sido imposible eludir. Junto con sus ensayos y obra propiamente de ficción, está su intenso activismo político que lo llevó a combatir, en 1937, en la Guerra Civil Española contra el franquismo, en el frente de Aragón, donde recibió una delicada herida, de bala, en la garganta. Fue su única experiencia como militar.

Su férrea defensa de las libertades, como pilar fundamental de los valores democráticos que defendía fue motivo de controversia y de confrontación con otros camaradas. Una discusión que se extendió al ámbito político de cómo llevar adelante el proceso revolucionario en la España en guerra. Perseguido por el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC-comunista), salvó su vida logrando cruzar la frontera hacia Francia, luego de fatales enfrentamientos armados entre el PSUC y el Partido Obrero de la Unificación Marxista (POUM-trotskista). El POUM, en cuyas filas se alistó para luchar contra el franquismo, terminó siendo proscrito en Cataluña y sus militantes perseguidos, en lo que se denominó la guerra dentro de la guerra, en mayo de 1937, en Barcelona, con funestas consecuencias para el bando republicano. 

Proscrito su partido, al igual que otros grupos revolucionarios no estalinistas, temía ser detenido y llevado a juicio, en Valencia, como había sucedido con otros militantes o dirigentes del POUM. En Homenaje a Cataluña (1938) relata los detalles de su participación en la Guerra Civil Española, con los incidentes que le ha correspondido presenciar a él y a otros camaradas, trotskistas y anarquistas.

Parecen ser excesos, brotes incontrolados de intolerancia y de crueldad, propios a todo conflicto armado. Lamentablemente, como es lamentable la guerra para dirimir disputas políticas. Por algo se dice que la verdad es la primera víctima en una guerra. A pesar de la persecución sufrida, Orwell continuaba definiéndose como socialista. “Creo de verdad en el socialismo como nunca lo había hecho hasta ahora”, confiesa en julio de 1937.

En el prólogo a Rebelión en la Granja, hay una frase que lo identifica tal vez como el convencido enemigo de aquella Europa intolerante, desgarrada por el conflicto bélico, de estrujamiento de las libertades civiles, donde parecía imposible mantenerse al margen de aquella conflagración humana. Una posición distante de las verdades infalibles e incuestionables. Inconforme con aquellos sucesos, con aquel baño de sangre, y rebelde ante todo sometimiento y dogmatismo, advierte: “si algo significa la libertad es el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

Orwell / Escritor en guerra, en sus 460 páginas, recoge solo parte de su correspondencia entre 1934 y 1943, en la que ocasionalmente se desliza alguna misiva de su mujer, Eileen. Asimismo, sus diarios de entre 1940 y 1942, la mayor parte cuando estuvo al servicio de la BBC y del Gobierno inglés, en un Londres bombardeado por las fuerzas nazis. Su pacifismo, su asco por la matanza que le está tocando presenciar, que deja entrever repetidas veces, parece contradecir, sin embargo, su resuelto involucramiento en la mayor crisis bélica que ha padecido la humanidad. Pero tiene como justificación la lucha por detener el expansionismo nazi y fascista que amenazaba con expandirse y someter a la Europa entera.

Desde Marruecos, a donde se había trasladado a residir con Eileen, en 1938, para recuperarse de los graves problemas de salud que venía padeciendo, con pesimismo, dice: “La guerra me parece una pesadilla y me niego a creer que pueda tener algo bueno, o incluso que haya diferencias entre quien salga vencedor”. En otro momento se manifiesta abiertamente en contra de la tradición imperial inglesa. Sentencia: “Sé lo suficiente del imperialismo inglés como para detestarlo, pero, como un mal menor, lo respaldaría frente al nazismo o el imperialismo japonés”. Pese a ser un convencido anti estalinista, del que ha sido víctima, añade que incluso estaría dispuesto a apoyar a la Unión Soviética en su lucha contra el nazi fascismo.

El libro no deja de ser un valioso testimonio en el que se respira el conflicto bélico descrito por alguien que lo está viviendo, de cómo ve el desenvolvimiento de la guerra semana a semana, día a día, de quien, en carne propia, también ha sufrido aquel fanatismo y la persecución de quienes potencialmente debían ser sus aliados: el PSUC.

El líder soviético, José Stalin, le inspiraría el personaje del Gran Hermano, de su novela 1984, aunque en su novela no trata de un sistema totalitario en particular. Ese mundo autoritario también está presente en Rebelión en la granja, sus novelas que más han trascendido, aunque su obra de ficción es rica y vasta.

Para Orwell, el estalinismo suponía un freno para la victoria de un socialismo democrático, como al que él aspiraba. En su diario, el 24 de junio de 1940, escribe: “Después de lo de España, no puedo sino pensar que Rusia, es decir, Stalin, se opondrá a cualquier país donde se esté produciendo una verdadera revolución.” Insiste en una revolución que preserve las libertades civiles, contrario a la que veía que estaba sucediendo en la URSS bajo el liderazgo de Stalin.  Sus juicios contra Moscú podrían hasta resultar controversiales o contradictorios. “Lo más grotesco –dice- y muy pocas personas fuera de España lo han entendido, es que los comunistas se hallaban más a la derecha que nadie, y estaban incluso más deseosos que los liberales de perseguir a los revolucionarios.”

Tras su paso por la España en guerra, deja entrever su rechazo a la conflagración bélica y sus simpatías tienden a inclinarse más hacia la posición conciliadora que pretendía mantener el entonces primer ministro británico, el conservador Neville Chamberlain, entre 1937 y 1940, de “apaciguamiento” frente a las políticas expansionistas de Adolfo Hitler y Benito Mussolini, ingenuamente para tratar de evitar la inminente devastación bélica. No lo expresa abiertamente, como tampoco menciona por su nombre al premier inglés.

Después, al servicio de la BBC y posiblemente ante la realidad que se estaba imponiendo, parece moderar sus posiciones antibelicistas y tiende a familiarizarse con la resistencia al nazismo que ofrecía el nuevo primer ministro inglés, Winston Churchill, aunque tampoco lo manifieste expresamente. Era una guerra inevitable ante un enemigo implacable, como no lo había vislumbrado el anterior primer ministro. Orwell parece aceptar la guerra como opción inevitable.

“(Orwell) fue víctima de los comunistas estalinistas del PSUC que no aceptaban a simpatizantes de izquierdas afines al trotskismo. Su experiencia por tanto le sirvió para atacar con el mismo énfasis al nazismo hitleriano o al fascismo italiano y español, que al régimen totalitario de la Unión Soviética. No obstante, en 1984 Orwell decidió tomar el modelo soviético como paradigma del horror”, señala Maribel Cruzado, una de las biógrafas del escritor inglés, nacido en la India.

Orwell es un autor que “siempre nadó contra corriente”, precisa Miquel Berga en el prólogo de Escritos en guerra, cuyas páginas están minuciosamente documentadas por Peter Davison, con citas, comentarios e identificación de los numerosos personajes que transitan por el texto y que permiten, de muy buena manera, a enriquecer estos testimonios, a ubicar mejor al lector.

Juan Ramón Rojas

Periodista, escritor