A menos de 50 días de las elecciones municipales: Retos locales

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Costa Rica no es una unidad coherente y llana, está constituida por un acervo logarítmico de microsistemas humanos de las más disímiles características, alcances, temperamentos y patrones, pero sobre todo se antoja un cúmulo de lo más diverso si consideramos el desempeño socioeconómico de las distintas unidades políticas locales.

Estamos a menos de 50 días de las próximas elecciones municipales y si realizamos un ejercicio de observación endógena, podemos darnos cuenta que aún persisten, no solo grandes diferencias en términos de desarrollo humano, sino también amplísimas distancias en cuanto al desempeño económico cantonal y regional. Pero antes de considerar los aspectos más relevantes de estas diferencias, vale la pena detenerse en la composición y comportamiento del electorado en los últimos 20 años.

El reto de la frugal y defraudada participación política. Tomando como base las elecciones del 2002, podemos observar como el electorado ha venido ensanchándose a un ritmo promedio del 5% y aparejadamente el abstencionismo creció en promedio en un 3% anual. Tal patrón no representa un comportamiento puramente lineal puesto que para las elecciones del año 2016 aún cuando se observó un crecimiento en la composición del electorado, el abstencionismo revirtió su tendencia, aunque con una caída poco significativa con respecto a las elecciones inmediatamente anteriores.

Aún cuando los niveles de abstencionismo sean altos (en los últimos 4 procesos electorales superiores al 65%), no es plausible decir que esto implica una pérdida de legitimidad de la elección popular puesto que la abstención se tiene como tolerada como una forma de expresión política, pero sí que guarda una estrecha relación con la percepción de la defraudación  que comporta la población frente al desempeño de la figura del político; es decir que este abstencionismo es inversamente proporcional al aumento de la percepción de expectativas insatisfechas.

Lo anterior es ampliamente conocido,  es la hipótesis que planteara Flanigan en 1972 (Political Behavior of American Electorate) en su cuadrante de participación política. En otras palabras este es un abstencionismo de segundo cuadrante o (según el término acuñado por Flanigan) abstencionismo de choque, determinado por un alto interés pero baja participación.

Las características de los abstemios implican también disimilitudes como la participación por sexo, edad, por nivel socioeconómico y educativo, aparte de la ya mencionada disminución relativa de la confianza en las instituciones políticas; lo anterior debe considerarse junto al hecho de que el desarrollo mediático ha sustituido las anteriores formas de participación democrática y en buena medida el ejercicio mismo de suscripción política se ha diluido frente a las apropiaciones y reivindicaciones de los grupos de presión.

Esto devela además una participación política diferenciada en perspectiva cantonal (como se aprecia en el mapa), según la cual los niveles de participación más altos se concentran estrictamente en el centro del país y la deprimida participación de la periferia está estrechamente relacionada con la exclusión que sufre desde hace tiempo, evidenciando una condición de mutualidad entre la participación y la marginalización socioeconómica que superpone ambos indicadores y revela diferentes microtipologías.


Participación política en perspectiva distrital. 2018.

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El reto de las brechas locales. Los prolegómenos del abstencionismo son los retos a los que se enfrentan cada una de las localidades y cantones y que persisten como condicionantes base de la raigambre de la desigualdad que se exhibe en perspectiva-país y de la que son representativos los cantones.

Si un observador externo tuviese que describir el devenir socioeconómico costarricense contemporáneo, podría apostar que “desigual” sería una de las palabras que utilizaría para referirse a nuestra condición actual, lo cual no es sorpresivo si consideramos que desde mediados de la década de los 80 el comportamiento de la medida de disparidad ha sido bastante regular (irónicamente) aunque desde el año 2002 la distribución del ingreso ha oscilado en niveles superiores a los 50 puntos, dentro de un paradigma de entre 0-100.

Pero las condiciones son más críticas, si desagregamos esto en perspectiva regional, por ejemplo, para este año la desigualdad según región de planificación presenta condiciones bastante ilustrativas: la región Brunca es la más desigual del país (52.6) junto con la región Huetar Norte (52.2), le siguen la región Central y Pacífico-Central con 50.3 y 50.1 respectivamente.

La desigualdad regional implica un reto porque el crecimiento y desarrollo de las localidades y regiones con mayor desempeño no subsidian la condición deficitaria de las zonas  que ostentan menores indicadores de desarrollo socioeconómico; esto se debe al esquema institucional que se constituye desaparejado y cuasi autonómico.

Pero las brechas no solo se exhiben en función de la distribución del ingreso, es que también existen brechas sustantivas en el ámbito de la pobreza humana material, por ejemplo entre el cantón de Curridabat, que ostenta un nivel de pobreza del 12.1% (siendo uno de los más bajos) y Nandayure, con un nivel alrededor del 24%, existe una distancia de más de 12 puntos porcentuales. Situación que se repite en más de 20 ocasiones con brechas en el orden de entre el 12% y 15%.

Para la determinación de la medida de la pobreza humana material cantonal, juegan un papel muy significativo las variables de pobreza personal y el desempleo de largo plazo, como es esperable, soportando estos componentes un peso relativo del 65% y 22% en la determinación del indicador, respectivamente.

Una lectura similar se desprende si observamos los componentes del Índice de Desarrollo Humano Cantonal (que toma en consideración la esperanza de vida, educación y el bienestar materia), según el cual cantones como Montes de Oca, Santo Domingo, Belén, Santa Ana y Escazú, alcanzan niveles como los de países de primer mundo mientras que cantones como Alajuelita o Talamanca ostentan niveles subsaharianos.

Asimismo si  pensamos en el Desarrollo Social Cantonal, distribuido por Quintiles, tenemos que los quintiles de mayor Desarrollo Social se encuentran concentrados en la región central, el Gran Área Metropolitana, determinando una franca disyunción entre la Costa Rica del valle y la Costa Rica periférica: la primera profusa y abierta, la segunda constreñida y marginalizada.


Desarrollo Social en perspectiva cantonal. 2018.


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El reto de la dinámica económica local. El crecimiento y las relaciones de productividad especializada no están asociados con políticas públicas de fomento de las ventajas comparativas locales, tampoco las actividades productivas garantizan estabilidad en los indicadores de empleo y participación económica, los cuales son más críticos en la periferia.

Esto se ve reflejado también en el desempeño público cantonal, por ejemplo desde el año 2015 los gobiernos locales vienen operando con un déficit primario en el orden de los 900 millones de colones que sí se transmite al gobierno central vía presupuestaria, pero en virtud de la condición constitucional autonómica, no puede ser sufragado subsidiariamente.

Lo anterior se traduce en un repunte de la presión fiscal local, la carga fiscal general de los gobiernos municipales mostró una tendencia al aumento entre los años 2012 y 2015, y si bien en el bienio 2016-2017 se redujo, la proyecciones indican que para este y el año anterior, se retomaría la senda del crecimiento. Lo cual es natural si consideramos que la carga tributaria de los gobiernos locales muestra un aumento de cerca del 20% entre 2010 y el 2017, lo que representa casi un 1% del PIB, para ese mismo año; y que los egresos de los gobiernos locales han mantenido un ritmo de crecimiento promedio del 16% interanual.

La presión fiscal supone además colocar en perspectiva la capacidad impositiva con relación a la renta de la población. La renta per cápita podría impulsar la influencia de una elasticidad renta positiva de demanda de bienes de capital en el ámbito local, en cuyo caso tiene impacto sobre los gastos, demostrando una estrecha relación entre el desempeño de los hogares y la situación socioeconómica del municipio.

Es plausible decir que actualmente Costa Rica es, en efecto, una colección desaparejada y poco empática de realidades heterogéneas. Paradójicamente la dureza de la estadística presta mayor atención a las diferencias en términos de equidad socioeconómica, educacional, renta y nivel de vida, que la virtud misma de nuestros pares. Somos un conjunto de microsistemas, un archipiélago de vicisitudes, unas más halagadoras que las otras, cuya única cohesión parece ser el sufrir conjuntamente las malas decisiones de nuestros gobernantes.

No tenemos una ni dos “costarricas”, tenemos un país polisistémico, de contextos tan diferentes, como la paradoja de Zenón, según la cual cada uno de estos microentornos es susceptible de ser dividido infinitamente; todos ellos sostenidos por un frágil y elusivo tejido poco cohesionado y orgánico.

Tal es el mayor reto frente a las próximas elecciones municipales: el reconstituir escenarios que venzan las tan cercanas distancias (en algunas ocasiones abismales, bajo un mismo techo) que nos están convirtiendo en ingobernables micromundos, orgullosos de exotismo, y volver a sentirnos costarricenses en Escazú tanto como en Talamanca.

LUIS CARLOS OLIVARES

luigyom@hotmail.com