Uruguay: Proeza del Frente Amplio
RODOLFO ARIAS
Se ha comprobado, siglo tras siglo, que el poder desgasta al gobernante. No logra cumplir toda la agenda de proyectos que planteó (sus “promesas de campaña”), es permanentemente atacado por sus opositores, le resultan inevitables los escándalos de corrupción.
Por satisfecha puede darse una agrupación política que consiga dos mandatos consecutivos; ya es muy raro que logre tres.
Y bueno, bajo esas difíciles condiciones se presentó el Frente Amplio de Uruguay en las elecciones cuya segunda vuelta tuvo lugar el 24 de Noviembre. Gobierna desde hace quince años. Tres períodos contiguos: dos a cargo de Tabaré Vásquez y uno encomendado a José Mujica.
Lo normal habría sido que ganara sin problemas la coalición conservadora, tradicionalista, neoliberal, respaldada por los militares. Su candidato es un “niño de papá”, con cuidado aspecto de joven rico y con apellidos de solera: Luis Lacalle Pou. Es hijo del ex presidente conservador Luis Alberto Lacalle. Un Chemita o un Junior Calderón, en términos nacionales.
Su contrincante, Daniel Martínez, es un ingeniero socialista. Hombre de trabajo, de botas embarradas, de luchas largas y tenaces, pero un “enano político” (así dice la crónica de “El País”) al lado de los gigantes del FA, Tabaré y Mujica, que ya cerraron sus respectivos ciclos. No es buen polemista ni gran orador, pero lo compensa con un talante afable y con una disposición al trabajo que está consignada en un extensísimo currículo.
Veamos algunos números.
- Con el 100% de los votos escrutados en forma provisional, la diferencia a favor de Lacalle es de 28000 votos.
- Se registraron más de 2.400.000 votos.
- La diferencia, entonces, apenas supera el 1%.
- El total de votos a favor de Martínez ronda 1.200.000.
- Esa cifra es mayor que las conseguidas por Tabaré y Mujica, en las tres elecciones anteriores que, como ya dije, las ganó el FA.
¿Qué puede uno concluir?
En mi opinión, hay mucho que anotar, mucho para reflexionar.
Lo primero: en Uruguay la democracia goza hoy de buena salud. Y esto es un inmenso logro del pequeño país (que tanta semejanza tiene con el nuestro, pese a tanta diferencia), sumido no hace mucho en una dictadura militar tan nefasta como las que asolaron a la Argentina o a Chile.
Se jugó limpio. Un proceso apegado al marco legal, ejecutado con minucia, dotado de un robusto soporte técnico. Nadie podría siquiera insinuar la palabra fraude, como en Bolivia. Nadie puede hablar de manipulación de las reglas del juego (torceduras a la constitución, de nuevo como en Bolivia), ni de compra de votos (como en Nicaragua), mucho menos de persecuciones o de inequidades, como en Venezuela.
Lo segundo: preveo que el gran avance del país en materia social no será desmantelado así nomás. Luego de los 15 años de gobiernos del FA, Uruguay es el país con los índices de pobreza y de desigualdad económica más bajos del continente. Cuánto deseáramos eso aquí, cuánto quisiéramos que nuestro Frente Amplio fuera amplio como el de allá.
Eso no se destruirá, por ejemplo con la atrocidad de un Bolsonaro en Brasil. De hecho, el Bolsonaro uruguayo, un tal general Manini Ríos (no me queda claro si Manini es su nombre de pila o su primer apellido) metió la pata al violar la veda electoral de los últimos días, y en tono imperioso de gorilón pidió “a la tropa” que saliera a votar por Lacalle. Se especula que esa torpe y desafortunada intervención sería una de las causas del repunte a última hora del FA.
Lo tercero: al FA le va a caer muy bien jugar ahora en la oposición. Tiene amplia experiencia en ello; su primera victoria llegó después de muchos intentos. Posee las bancadas más grandes en la Cámara de Diputados y en el Senado, conserva intacto su arraigo popular (la gran cosecha de votos de ayer), su proyecto político está vigente y ha sido exitoso, pero merece una revisión, como todo en esta vida.
En definitiva: Uruguay salió muy bien parado de esta contienda electoral, y que pese a la gran cercanía terminará decantándose a favor de Lacalle.
El Frente Amplio hará una buena labor desde la oposición, y si lo entiende bien, ello le será beneficioso. Hay muchos casos de agrupaciones políticas que lo hacen mejor desde la oposición que detentando el poder.
En Argentina las fuerzas progresistas retomaron el mando, con el Frente de Todos de Cristina y Alberto Fernández, tras la catástrofe neoliberal de Macri.
No me extrañaría que así suceda dentro de cinco años en Uruguay
Rodolfo Arias
Escritor