Una geóloga feliz

El pasado 8 de marzo, durante unas cuantas horas, el Colegio de Geólogos se convirtió en un colegio de geólogas. Esa tarde se celebró el primer evento de “Tertulias geológicas femeninas con cafecito”, gracias al trabajo diligente de Jannye Fallas, quien nos llamó por teléfono, una a una. Éramos más de 50, de todas las edades: las chiquillas más novatas y las chiquillas más veteranas. Claramente todas teníamos muchas ganas de volvernos a ver, conocernos mejor y pasar un rato diferente.

El motivo de la tertulia fue el Día Internacional de la Mujer, que se había celebrado poco antes. Por suerte esa tertulia no se convirtió en un evento demasiado protocolario. Desde el inicio la dinámica fue fluida y distendida. Nos presentamos y cada una fue compartiendo, a veces más, a veces menos, sus experiencias y pasatiempos. Algunas compartieron anécdotas. Nos reímos y algunas recordamos nuestras historias comunes.

Yo tuve el honor de hacer una reflexión inicial sobre el tema que nos convocaba. Algo más o menos coherente salió de mis labios, pero confieso que subestimé la tarea: como hago a menudo, la dejé para el último momento.

Esa mañana, durante el desayuno, me puse a conversar con mi pareja, como hago usualmente para resolver los problemas complejos, y me di cuenta de que ni siquiera me había hecho las preguntas importantes en torno al Día Internacional de la Mujer. ¿Era mejor celebrarlo o conmemorarlo? ¿Qué anécdota contaría si, en realidad, no podía pensar en ninguna? ¿Qué podría decirles, que fuera remotamente interesante, a las jóvenes geólogas que están iniciando?

¡Qué ingenua! ¡No me había preparado! Por suerte, tengo a mi lado a una persona que sabe escuchar y orientar. Fuimos construyendo algo que tenía sentido y rápidamente la conversación me reveló que, sin importar lo que fuera a decir, lo más significativo estaba ocurriendo en ese mismo instante: tenía a mi lado a alguien que reconoce mis virtudes y fortalece mis capacidades. No recuerdo muy bien cómo inicié, pero sé dónde terminé: en un lugar feliz.

EMMA TRISTÁN