Todos los nombres del presidente

JURGEN UREÑA

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Margaret Thatcher es conocida como la Dama de Hierro. José José es y será siempre El Príncipe de la Canción. Alejandro III de Macedonia es recordado por el nombre magnificador y sintético de Alejandro Magno. Ricardo Corazón de León, Juana la Loca, Felipe el Hermoso o Iván el Terrible son sólo algunos de los otros sobrenombres históricos, es decir, los nombres definitivos, con los que recordamos los principales rasgos y logros de sus portadores.

En nuestra pequeña y bucólica Costa Rica, tenemos entre nuestros ex presidentes a Don Ricardo, Don Chico y Don Pepe, por ejemplo, y estamos a las puertas de asignar un sobrenombre histórico al presidente Carlos Alvarado. Hasta hace algunos meses, era posible pensar que su celebrado Plan Nacional de Descarbonización lo haría pasar a la historia como Carlos el Planificador o, incluso, el Descarbonizador.

Sin embargo, Alvarado firmó a inicios de este año un decreto ejecutivo que permitió que el tiburón martillo dejara de ser considerado una especie silvestre en peligro de extinción, para convertirse en una de interés comercial. Esa firma se produjo muy a pesar de las voces disidentes de instituciones como la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que ha señalado en los últimos años una caída de hasta el 90% de la población de tiburón martillo.

En consecuencia, el presidente está al borde de pasar a la historia con algún sobrenombre realmente indeseable, del tipo Carlos el Exterminador. Para enturbiar aún más las aguas, Alvarado habilitó la consulta del decreto entre el 16 de diciembre y el 7 de enero, en época de vacaciones y fiestas navideñas. Como era de suponerse, esto impidió el pronunciamiento de sus posibles detractores.

Quien quiera conocer un poco más sobre el decreto y sus inconvenientes vínculos con la entidad que otorga los permisos a los pescadores, puede leer el artículo titulado Formas de coexistir, publicado por la geóloga Emma Tristán en Página Abierta. Por ahora interesa acerarnos un poco más al presidente, durante una noche festiva, en medio del lapso habilitado para la consulta.

Otro cuento de Navidad

Imaginemos que, en la Casa Presidencial, durante la fiesta navideña del 2020, Carlos Alvarado se desgalilla cantando Volcán, baila Jugo de piña con la primera dama y saborea un par de tamales con aguadulce. Tatica Dios, que todo lo ve desde arriba, ha estado pensando que no está bien eso de llamarse conservacionista para después volarse de un plumazo a los tiburones martillo, así que envía a tres emisarios para hacer entrar en razón al presidente.

Además, les obsequia a los emisarios tres coloridas guitarras y los disfraza bajo el nombre de Trío las Chuchecas. Los Panchos habría sonado mucho mejor, pero eso habría evidenciado el disfraz y la estrategia. Y ya se sabe: desde los tiempos de Uvieta, Tatica Dios es, ante todo, un estratega. Sin embargo, en un desliz imperdonable, envía a las Chuchecas sin Waze ni localización de WhatsApp, a la vieja usanza, porque preguntando se llega a Roma, aunque no a la Casa Presidencial.

Nada de esto habría ocurrido si Tatica Dios hubiera dedicado siete minutos de su larga vida a ver en Youtube el cortometraje 100 al este (2010), en el que varios transeúntes intentan, sin éxito, dar la dirección de la Casa Presidencial de Costa Rica. Pero no: está claro que Tatica Dios y la tecnología no se llevan muy bien y al final el Trío las Chuchecas no apareció en la fiesta. Por eso estamos como estamos.

Imaginemos, sin embargo, que los falsos músicos lograron colarse en la celebración navideña del presidente. El primero podría aprovechar la pausa entre un tamal y otro para acercarse a Alvarado y transportarlo al tiempo en que participaba de las marchas callejeras y las consignas vehementes. “Éramos jóvenes e indocumentados”, podría afirmar el presidente a modo de excusa, mientras abre con admirable habilidad las hojas de su tercer tamal.

La segunda Chucheca es mucho más hábil y paciente. Espera en una esquina con un vaso de rompope en la mano y un poco más tarde, justo cuando José José entona la nota más triste de El triste, concibe una idea prometedora: llevar al presidente al futuro. Así, en un instante, el salón de la Casa Presidencial se transforma en un aula universitaria llena de jóvenes, de esos que cultivan diariamente la ilusión y la fuerza necesarias para cambiarlo todo.

Los jóvenes lanzan al aire ideas sobre el nombre histórico que merece Alvarado. Además, comentan su nominación al premio Enemigo de los Tiburones, que otorga la ONG europea The Shark Project. Los visitantes del pasado avanzan entre los muchachos sin ser vistos y se detienen delante de una pizarra que exhibe todos los nombres del presidente: el Exterminador, el Matatiburones, el Falso Verde, el Dos Caras, el Que No Dio la Cara, y así, uno tras otro.

El golpe es contundente, pero no definitivo. Al fin y al cabo, de apodos malintencionados está empedrado el camino a la presidencia. Como la tercera es la vencida, la tercera Chucheca aparece en escena con el plan de enfrentar al presidente con sus propias palabras. Entonces lo transporta a un pasado reciente, que aún permanece adherido a la piel presidencial: la tarde del 24 de febrero de 2019, cuando Alvarado presentó al país su Plan Nacional de Descarbonización.

En una frase con vocación de cita histórica, el presidente comenta que el cambio climático es “la gran tarea de nuestra generación.” Alvarado se entusiasma al escuchar sus palabras en retrospectiva. La tercera Chucheca contraataca y afirma que para el año 2050, cuando el hijo del presidente tenga su edad, el país podría estar libre del uso de combustibles fósiles, pero también habría acabado con el tiburón martillo. Ambas cosas, paradójicamente, gracias a la gestión de Alvarado.

Es notable la astucia de la tercera Chucheca al vincular, en un solo movimiento, padre, hijo, pasado y futuro. Tatica Dios puede estar muy orgulloso. Por otra parte, el peso de la historia no es algo despreciable para un presidente y menos para uno como Alvarado, que escribió una novela histórica titulada Las posesiones (2012). Esto lo sabe la tercera Chucheca, que es astuta y, además, hace la tarea. Entonces, como una forma de garantizar su victoria, lleva al presidente a un último destino.

Estamos en la Navidad del 2050. Alvarado se observa a sí mismo como el protagonista de una novela de Dickens: gris, ensombrecido, no sabemos muy bien por qué. O tal vez sí, pero se trata de un asunto que la familia reunida prefiere evadir, como al elefante en la habitación. Imaginemos que en ese momento de desdoblamiento, cuando tiene a la vez 41 y 70 años, el presidente piensa en el futuro de su hijo y de su país. Imaginemos que recapacita y decide invalidar su propio decreto, a pesar de las presiones que supondría esa decisión. Imaginemos.

JURGEN UREÑA

Cineasta