¿Qué pasó con la autogestión en Costa Rica?
En 1978 trabajadores agrícolas principalmente de condición humilde, mayoritariamente en zonas que habían sido de producción bananera, apenas sobrevivían aferrados a tierras sobre las que no tenían título de propiedad. La UNA, aplicando las ideas organizacionales de empoderamiento campesino de Clodomir Santos de Morais, había apoyado el esfuerzo de las cooperativas afiliadas a FECOPA (Federación de Cooperativas de Producción Agropecuaria R.L), lo que fue clave para mantenerlas con vida. Estas empresas tenían la característica de que los campesinos que las integraban, lo hacían como socios en igualdad de condiciones y habían definido que futuros trabajadores que se unieran serían asociados también. Sobra decir que la propiedad de la tierra y los bienes productivos y de capital que tuvieran, eran también de propiedad colectiva. En su mayor parte eran ex trabajadores bananeros, actividad agrícola que requiere trabajo asociado y dividido, lo que genera en los trabajadores una mentalidad que favorece el sentido colectivo de la propiedad.
En 1978 asume el Gobierno don Rodrigo Carazo, quien en congruencia con la política y el lema de campaña Promoción Humana, ve con simpatía el titular las empresas y desarrollar el modelo autogestionario, a propuesta de la Oficina de Planificación Nacional y Política Económica (OFIPLAN). Dicho modelo se fundamenta en que todo el que trabaja en la empresa es asociado y que para ser asociado, hay que trabajar en la empresa; la propiedad es colectiva. La autogestión aprovecha las virtudes de la economía de mercado con un componente social fuerte, necesario para facilitar el progreso sostenido del campesinado u otros sectores productivos que carecen de capital.
De allí nace el esquema de propiedad social autogestionaria de los medios de producción, un esquema para entrarle de lleno a la problemática agraria en Costa Rica. Si bien la autogestión empresarial no se inventó en Costa Rica, pues hay experiencias previas exitosas en España (Mondragón), Yugoeslavia, grupos religiosos en diversas partes del mundo e Israel (los Moshaf Shitufi) entre otras, la experiencia costarricense es muy propia.
Cuando las gentes de la UNA y FECOPA se dieron cuenta de la oportunidad, se produjo un acercamiento de OFIPLAN con aquellas, que desembocó en una alianza para desarrollar el modelo autogestionario en Costa Rica, al amparo de una legislación de propiedad social apropiada inexistente en ese momento, que les diera a las empresas asociativas de autogestión un respaldo legal adecuada para facilitar su desarrollo y el del movimiento.
Así, trabajadores liderando y sector académico y gubernamental apoyando, pusieron “manos a la obra” con la tarea. Se contó además con el concurso técnico del IICA (hoy en día Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura) y del Honorable Diputado don Rodrigo Madrigal Nieto (QDDG). Se trabajaba los sábados en OFIPLAN, con líderes campesinos que venían de lejos, hasta que después de varias semanas de labor, se plasmó el proyecto, previa consulta con las bases de las empresas, que ratificaron su voluntad de que la titulación fuera colectiva, cada empresa con un solo título.
Los trabajadores autogestionarios de FECOPA RL, tenían buenas razones para pensar que el movimiento cooperativo costarricense de esa época, conservador como era, no simpatizaba con ellos. Por esa razón se planteó el modelo autogestionario en el proyecto de ley como un movimiento aparte, de Empresas Asociativas de Autogestión. Entonces, el movimiento cooperativo liderado en ese momento por quien se convirtió en mi buen amigo Mario Carbajal Herrera, se manifestó deseoso de que las Empresas Asociativas de Autogestión se vincularan a aquel, al ser en la práctica cooperativas y que el proyecto de ley se convirtiera en un capítulo de la existente legislación del sector. Hubo su pugilato ideológico entre el movimiento cooperativo y el autogestionario, pues era visible también que aquel en ese entonces estaba matriculado por la vía de sus jerarcas con el PLN, como podría estarlo hoy en día todavía y que veía en el interés del gobierno social cristiano de ese entonces un propósito que nunca existió: dividir al movimiento cooperativista o ponerle competencia.
Al final se negoció lo que quedó en la ley cooperativa modificada, lamentablemente aprobada en el último momento de la gestión legislativa, justo cuando el Gobierno de Carazo concluía. La ley modificada incluyó un capítulo de cogestión, modelo que le interesaba a don Mario Carbajal, a la sazón presidente de Coopemontecillos y el de autogestión. Así mismo, durante el exitoso proceso de promoción del proyecto de modificación de la autogestión, prácticamente en todos los sectores empresariales, académicos y laborales de la vida nacional, se unieron cooperativas con características autogestionarias de origen urbano, de producción y de servicios, lo que le dio mayor profundidad y sentido a la nueva ley. La Iglesia Católica, por la vía de su ilustrísima autoridad eclesiástica Monseñor Román Arrieta, le dio pleno apoyo, lo que ayudó a que el proyecto se convirtiera en ley con votación unánime.
Entre 1979 y 1982 aún sin legislación, se “montó” un modelo de apoyo conformado por entidades de gobierno activas en cada subregión donde estaban las cooperativas, que les dio la fortaleza técnica y capacidad de gestión. Esto hizo el que las cooperativas de FECOPA R.L sin excepción, durante esos años pagaran sus avíos y se empezaran a poner al día en el pago de sus deudas con el Sistema Bancario Nacional. Este modelo, cuando asumió la siguiente administración en 1982 se eliminó, lo que fue fatal en algunos casos.
La legislación aprobada a última hora el 30 de abril de 1982, incluyó un andamiaje institucional y recursos financieros específicamente para las cooperativas de autogestión muy favorable. Sin embargo, el modelo no se desarrolló adecuadamente y hasta cierto punto no dejó de ser visto como la cenicienta del cooperativismo. No parece que se haya entendido el valor filosófico del concepto autogestionario o se vio como una cuña social cristiana en el cooperativismo, lo que nunca fue así, ni hubiera podido ser por convicción. Tanto así que hoy en día en el cooperativismo no se habla de cooperativas de autogestión, sino de cooperativas de trabajo, dejando el contenido autogestionario perdido, a pesar de que en la ley sigue vigente el concepto. Por otro lado, al haberse perdido el apoyo del gobierno por la vía de OFIPLAN, se perdió el apoyo integral que el modelo desarrollado para esos efectos facilitaba. Sin ese apoyo, es claro que las cooperativas de autogestión no se desarrollan.
Hoy en día en el contexto de un cooperativismo costarricense que a pesar de su bondad, importancia y fortaleza, tiene muchos problemas. Entiendo que el cooperativismo autogestionario, plagado él mismo de situaciones desfavorables, está alejado del resto del movimiento o viceversa. Ergo, la autogestión es actualmente débil, lo que es una lástima pues siendo la forma más pura de cooperativismo, la que propicia los derechos y deberes por la vía del trabajo directo, debería ser la mimada por parte del movimiento. No es así y todos perdemos, pues en la post pandemia y aún durante ésta, con creciente desempleo y la posibilidad de que el empleo estatal sea redimensionado, la autogestión cooperativa puede ser la tabla de salvación para muchos que sin capital, escogen en razón de economías de escala o por principios, la empresa de autogestión, en la que el trabajo es el factor de producción más valorado, como plataforma para su despeje empresarial.
CARLOS MANUEL ECHEVERRÍA ESQUIVEL
Ex viceministro-Subdirector de OFIPLAN (1978-1982)
cmecheverria@yahoo.com
Blog: carlosmanuelecheverriaprogresemos.com