Miedo a lo desconocido
LA POLITIZACIÓN DEL HORROR EN EL CAPITALISMO FUNERAL
ALLAN ORTIZ MORALES
Para Andrea, luz en mi oscuridad, en insuficiente agradecimiento por tanto.
Visiones borrosas de una realidad grotesca y extraña, rostros arrugados y deformes, líneas curvas, piel gris y amarillenta; despertarse en medio de la oscuridad agitado, sudoroso, perturbado; sentirse observado y acompañado cuando no hay nadie más. La experiencia cotidiana se altera, la adrenalina se dispara en tu cerebro, quieres correr, gritar, tratas de reaccionar, se dilatan las pupilas, tiemblan las manos, el sudor está frío. El horror a lo extraño, a esa serie situaciones que no encajan en la normalidad, quizá sea una de las experiencias universalmente compartidas por el ser humano. El escritor Thomas Ligotti ha señalado como ese afecto, ese malestar, es utilizado en la literatura para construir una alegoría sobre los límites del entendimiento del ser humano, sobre su angustia frente a una existencia que es caótica, sobre su irracional paranoia a lo oculto, a lo no cotidiano. Desde Edgar Allan Poe hasta H.P. Lovecraft, y de ahí hasta hoy, el horror se ha convertido en un motivo literario, un culto estético que busca explicitar que nuestro principal fantasma es el miedo a lo desconocido y los efectos que puede tener en la alteración de nuestra realidad (lo desconocido puede dañar irreparablemente lo conocido, lo seguro). Ya sean visiones monstruosas, góticas escenas de cielos grises y bruma infinita, eventos paranormales o dioses ocultos, quizá la principal característica del horror a lo extraño como afecto es su capacidad para diluir nuestra seguridad, tensarnos, ponernos en alerta, en un estado semi-inconsciente de defensa automática. Experimentamos el horror a lo extraño como algo a la vez repulsivo, y como algo de lo cual urge escapar. Cerramos los ojos y el libro, nos cubrimos con la almohada, nos negamos a aceptar esa realidad ajena, esa otredad que nos paraliza, que nos altera.
Desde 1973, con la más reciente transformación histórica del capitalismo, y el triunfo absoluto de la ideología neoliberal en las décadas posteriores, un proceso de reestructuración de la vida social se ha hecho imparable. Lo antes seguro se trastorna por una realidad extraña: el mercado aparece como un sádico caníbal del cual sale sangre espumosa de sus labios, se come crudo y a pedazos el Estado de bienestar; la vida social delira, desquiciada por visiones desconocidas, exclama que todos enloqueceremos; las calles se convierten en carnicerías macabras; deambulan espectros por los edificios desocupados; infrahumanos salen de las alcantarillas.
El miedo a lo desconocido, o mejor dicho, el miedo y lo desconocido, están hoy en la escena política mundial, con especial crudeza en América Latina. No podemos esconderlo, no podemos evitar su acoso. El ascenso del monstruoso Bolsonaro, la conspiración contra Bolivia, la ansiedad sangrienta de los carabineros en Chile, sectas y cultos macabros que se convierten en partidos e impulsan sacrificios humanos. Hablamos un lenguaje político terrorífico: monstruos, posesiones demoníacas, zombis y fantasmas. No menos terroríficas son las medidas de austeridad y debilitamiento de las instituciones sociales del Estado: la lenta agonía de la seguridad social y la cultura, una extraña enfermedad las carcome desde adentro. No menos terroríficas son las políticas en materia ambiental: el mundo pudriéndose lentamente, intoxicado y habitado por criaturas hostiles, deformes, de dientes puntiagudos.
No son tan solo metáforas. El horror no cesa.
En una habitación oscura, sin poder ver absolutamente nada más que una negrura total, nos damos cuenta que no estamos solos. Una entidad que susurra nos respira cerca del cuello. Aunque es imposible verlo, sentimos la hora que el reloj apunta: es la media noche latinoamericana. Nos apresa algo parecido a una mano fría y muerta. Estamos paralizados de miedo. Confrontados a nuestros máximos temores -los que dejarán una cicatriz imborrable- solo podemos encender la luz de nuestro cuarto, confrontar a nuestra criatura de la noche. Ya no podemos cerrar los ojos ni el libro, no podemos cubrimos con la almohada, no podemos negarnos a aceptar esa realidad ajena. No hay opciones, estamos atrapados con lo extraño y horroroso en la oscuridad.
¿Lograremos encender la luz o permaneceremos atrapados con la criatura en ese atemporal y horroroso momento a oscuras? Tiemblo con tan solo pensar el desenlace.
ALLAN ORTIZ MORALES
Estudiante de Historia Universidad de Costa Rica