Mercado laboral y pobreza recurrente

Taxonomía del empleo

La manipulación de la información sobre el empleo en nuestro país, ha removido algunos de los vetustos y ya conocidos debates sobre la taxonomía de sus causas. El debate en sí comporta una tendencia a centrarse en solamente los factores estructurales, en buena medida debido a que este tipo de análisis empata con una retórica política justificativa y paliativa; esto es la posibilidad de que la demanda de trabajo se esté elevando a un ritmo constante pero no en todos los sectores, ocupaciones y zonas geográficas, provocando entonces que la demanda total de trabajo se vea subsidiada por los sectores superavitarios en términos de absorción y productividad, creando un incentivo espurio para el sostenimiento de actividades menos dinámicas.

En ese orden, la economía lidia con los costos de la relocalización específica de recursos desde los sectores más deprimidos hacia ámbitos más robustos, lo cual aplica también para zonas geográficas. Por cierto, una de las más execrables formas de simplificar este argumento, la escuché en el año 2011, en algún foro “académico”, de boca de uno de los tan comunes y corrientes autoinvestidos alquimistas de la economía, quien decía: “Hay maneras más rápidas y baratas de convertirse en taxista, que pasar 7 años en la Escuela de Antropología”; tristemente (cajita blanca para mí) me di cuenta que era, más bien, un chiste bastante común en el medio.

Pero lejos de la vergüenza que ya de por si representa ir por la vida pensando de esa forma, poco aporta al reconocimiento de la naturaleza de las causas el detenerse, teleológicamente, demasiado tiempo en la taxonomía laboral. El predicamento actual de una persona desocupada no se hace menos pesado si la naturaleza de su situación es cíclica, estructural o friccional (que son los tres tipos más comunes de desempleo, según la literatura económica); pero si en efecto existen elementos catalíticos estructurales, entonces vale la pena revisar la narrativa y la composición del desempleo actual.

Por supuesto que el debate sí es relevante en la medida en que éste sirva para tener una respuesta más expedita y eficiente en términos de formación de política pública, particularmente para entender qué tan responsivo es el mercado laboral a estímulos fiscales o a la política monetaria, por ejemplo. Si las causas son predominantemente cíclicas, políticas tendientes a dinamizar la demanda interna (tan trastocada por los efectos de una reforma fiscal que castiga el consumo básico y promociona el indolente), tendrán un efecto directo sobre el nivel de desempleo, mientras que, por otra parte, si los factores estructurales son los que predominan, una política estimulativa, influirá apenas marginalmente en el mercado.

En cuanto al desempleo friccional, es una delicatesen que pocas veces se pueden dar las economías en vías de desarrollo como la nuestra; casi superfluo, considerando la baja propensión al ahorro del costarricense y por demás casuístico, por lo tanto desde el punto de vista de formación de política pública, es poco lo que hay que decir. Con independencia de la naturaleza de las variaciones en el empleo, es importante también visibilizar la narrativa que trastoca el tejido social y reivindicarla como uno de los outputs de cualquier política pública.

El empleo en sí

Actualmente la población desocupada asciende a 309 465 personas en total, lo cual en perspectiva interanual representa un aumento del 5.3% con respecto al mismo período trimestral, pero del año anterior. De los cuales el 65% aproximadamente corresponde a personas entre 15 y 34 años de edad y casi el 55% de la totalidad son mujeres.

Tener altos niveles de desocupación en rangos etarios bajos dice muy poco o nada por sí mismo de la naturaleza de la desocupación, es decir, si ésta es producto de razones predominantemente cíclicas o estructurales, sin embargo es menester admitir que en el período 2011-2019 la tasa de desempleo ha registrado un comportamiento decididamente ascendente (con excepción de lo visto en el año 2017).

Aún lo anterior, es decir, una firme tendencia, no es suficiente para catalogar el comportamiento como uno típicamente estructural. Las determinantes de la naturaleza estructural tienen que ver con reiterados fallos en el logro educativo, pero no necesariamente producto de un desempeño deficiente en la consecución, sino porque el modelo desarrollo (cíclico) y la productividad son casi tan tiesos como la formación de currícula en la fuerza de trabajo. 

Me explico: hemos condicionado nuestro esquema de crecimiento-país a criterios de productividad importados, la mayoría resultado de proteccionismos e incentivos fiscales, por ejemplo,  que recaen más bien sobre actividades que en nuestro país son desarrolladas bajo esquemas de gasto tributario espurios y fiscalmente inmorales e injustificables; lo cual provoca dos tipos de “Costa Ricas”: una profusa con patrones de crecimiento ampliamente distanciados del resto de la economía y, por supuesto, todos los demás mortales.

Al contrario, la constricción de las pequeñas y medianas empresas (que bien pueden absorber una demanda de puestos de calificación media) son altamente propensas a la mortalidad en el corto plazo. Además en términos de dinamización de la demanda interna y consumo, la más reciente reforma fiscal (como se ha insinuado supra) ha colocado fuertes presiones en los estratos de ingresos medios y bajos de la población, que conduce a una frugalidad y tiende a un consumo de mera subsistencia.

En tal sentido entonces y habiendo considerado la relevancia de los shock acumulativos, la naturaleza de las condiciones del mercado laboral pueden verse como una conjunción de lo cíclico, en el tanto la supervivencia, y lo estructural. Dependen de la lectura de los deseos de, precisamente, aquellos criterios de productividad impuestos por antonomasia y permisividad del binomio privilegio/gobierno, aunados a los criterios estructurales que ponen presión a los grupos vulnerables de siempre.

Pobreza recurrente

Es ahí donde surge el punto más álgido de la discusión, que casualmente es el que menos exposición y foro comporta: la influencia del comportamiento del mercado laboral en la pobreza recurrente.

Si pensamos en este esquema en perspectiva temporal, se observa que son las personas con menor logro educativo, trabajadores manuales, padres y madres solteras y hogares con mayores niveles de dependencia salarial, los grupos poblacionales más coincidentes con respecto a la fisionomía de los grupos poblacionales propios de la pobreza recurrente. 

La consolidación en varios períodos temporales, coincide la mayor parte de la literatura económica, de desocupación, influye fuertemente en la determinación de experiencias transtemporales de pobreza recurrente; en otras palabras, los grupos más vulnerables que padecen de desocupación en varios períodos de forma consistente, tienen una propensión fáctica casi absoluta a sufrir de recurrencia en períodos subsecuentes.

Las brechas de oportunidades creadas por segmentaciones artificiosas del mercado laboral, tienen un impacto directo y negativo en la formación una población ocupada mejor remunerada, así como también ocurre en la periferia, lo cual explica en gran medida la distribución de la pobreza recurrente. 

El trabajo, por lo tanto, es una defensa importante contra pobreza, dicho a la inversa; lo cual no es rocket science, sin embargo, el peso de sus coeficientes en las ecuaciones indican que asegurar una posición en el mercado laboral es mucho más importante para brindar protección contra la pobreza recurrente que pasar del desempleo a un trabajo en el mercado laboral periférico.  

Las personas en empleos con cierto nivel de permanencia, aumentos salariales incrementales y perspectivas de ascenso estaban en gran medida aisladas del riesgo de pobreza recurrente, ya sea pobreza de ingresos, estrés financiero o, en menor medida, privación material. 

Además, esta protección se otorga casi independientemente de las habilidades y el nivel de educación que las personas aportaron a su ocupación e incluso la naturaleza de la ocupación misma.

Además, el empleo per se es a menudo insuficiente para compensar los riesgos asociados con otros factores. Por ejemplo, tomar un trabajo en el mercado laboral en los sectores periféricos subsidiados,  generalmente no compensaría el mayor riesgo de pobreza recurrente asociada con otras variables.

Las políticas que simplemente alientan a las personas a encontrar trabajo, sin prestar atención a los tipos de trabajos disponibles, no pueden asegurar una reducción marcada en la pobreza recurrente o una disminución sostenida en la tasa de pobreza. Debo subrayar la importancia de tratar de garantizar la disponibilidad de empleos de alta calidad que ofrezcan seguridad y perspectivas, en conjunto con políticas que fomenten la búsqueda de empleo y mejores habilidades.

LUIS CARLOS OLIVARES

luigyom@hotmail.com