Más sobre los odios

Cuando decimos que nuestra sociedad está polarizada, pese al carácter palmario de tal afirmación, solemos olvidar que si bien es cierto se trata de una polarización de índole estructural, concerniente a los procesos, también tiene que ver con la voluntad de los gobernantes. Durante mucho tiempo el materialismo histórico más ortodoxo nos hizo creer que los seres humanos somos juguetes, marionetas baladíes de la Historia con mayúscula. Pero lo cierto es que al devenir histórico le atañe eso que Carlyle llamó la “biografía de los grandes hombres".

No siempre se trata de grandes hombres. A veces no pasan de ser mequetrefes, advenedizos pretenciosos. Minúsculos hombres, si se quiere. Y esto me lleva de nuevo Costa Rica... Nadie puede dudar que el PAC instrumentalizara electoralmente y azuzara la polarización que ya experimentaba nuestra sociedad. Tras el desgaste de los partidos políticos tradicionales, la transición generacional, el hartazgo respecto a la corrupción, el agotamiento del "modelo", la irrupción de la política de identidades, entre muchas otras cosas, el PAC se hizo con el poder. Entraron pateando puertas. Y han sido torpes. Irresponsables. Soberbios. Charlatanes. Chambones.

Hoy estamos metidos en un berenjenal del carajo. Mucha gente llama a la cordura y ese llamado, acaso, es tan ingenuo como el de aquellos que pretenden regresar al bipartidismo. Las tensiones llegaron a tal extremo que (repito) nuestros mecanismos sociales del odio colapsaron.

John Dewey meciona que la humanidad prefiere pensar en términos de extremos opuestos. Estamos acostumbrados a formular nuestras creencias bajo la premisa de "o esto o lo otro", sin reconocer posibilidades intermedias. Y agrega: "Cuando se le fuerza (a la gente) a reconocer que no cabe optar por los extremos, todavía sigue inclinada a mantener que son válidos en teoría, pero que en las cuestiones prácticas las circunstancias nos obligan a llegar a un compromiso".

Ahí está la clave de todo.

Por mucho que Ignacio Santos y Armando González llamen a la cordura, por mucho que invoquemos la paz social, debemos recordar que bajo la aparente calma de la sociedad costarricense, bajo el mito de la excepcionalidad y la voluntad civilista se cosechaban odios y tormentas atroces: del Combo a la reforma fiscal, pasando por el referéndum y el voto consultivo de la Corte. Y hoy, cuando las circunstancias ya no son capaces de convencer a muchos de que vale la pena mantener el fetiche de la paz social, difícilmente, un llamado a la cordura (aunque sea necesario) sirva de algo.

FABIÁN COTO CHAVES

@fabicocha