Los militares y su poder simbólico y real

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Los militares "hacen lo que pueden"; "pueden lo que hacen"; y "hacen lo que deben". Más latente o presente en América Latina donde la tentación autoritaria está arraigada aunque sus gobiernos se presentan como democráticos, los militares están siempre al acecho. Desde la década de los años 90 cuando los militares perdieron preeminencia con el fin de las dictaduras o regímenes militares y llegó la "democracia", regresar a los cuarteles fue ofensivo para las instituciones castrenses, pese al desprestigio que pesaba sobre éstas; aún más cuando sus presupuestos fueron reducidos a la mitad desatando un debate sobre el futuro de las fuerzas armadas. 

La violación de los Derechos Humanos so pretexto de la preservación del sistema político y económico al cual se debían, fue inherente a la justificación de los golpes de Estado. Los militares se quisieron lavar la cara diciendo que se hacían a un lado para dar paso a la democracia, acomodando las palabras de manera tal que la gente pensara que la democracia fue posible por los militares; de lo contrario seguirían en el poder. 

Cuando llegaron "las nuevas amenazas" transnacionales no tradicionales, entiéndanse todo lo contrario a la clásica lucha ideológica, por ejemplo narcotráfico, crimen organizado, lavado de dinero, corrupción entre otras, los militares fueron de nuevo llamados a la escena social y se presentaron como los grandes "defensores" de la democracia; pocos años después llamada "democracia blindada" que empezó con el golpe en Honduras en 2009. Las nuevas variables de lucha que en realidad no son nuevas ya que han existido siempre, pasaron de ser “baja política” durante la lucha ideológica de la guerra fría a ser “alta política” en tiempos más recientes. 

Las recientes protestas sociales en el Cono Sur avivaron en los militares tiempos pasados de “gloria” como los salvadores de la nación aunque dejaran tras de sí miles de muertos y desaparecidos y de que con los golpes de Estado "resolvían" todo. La pandemia del coronavirus sitúa al continente en un grave riesgo más allá de la enfermedad, se piensa en el presente y no en las consecuencias sociales en el mediano o largo plazo ya que podrían agravar y provocar masivos disturbios por el hambre, el desempleo y la pobreza; ya de por sí presentes en nuestros países. Y los militares dentro de su función social disfrazarán la defensa de la democracia para ver a las protestas sociales como su mayor enemigo. 

La democracia es una de las palabras o conceptos más prostituidos, todos los políticos incluidos los militares la sitúan según convenga y así justifican cualquier acción. La pandemia del coronavirus está llevando a los países decisiones de Estados policiales; es como el asalto final de los sectores de poder económico y político para si no acabar con los movimientos sociales y la protesta social al menos someterlos o criminalizarlos. Cualquier desbarajuste en el sistema es caldo de cultivo para que los militares asalten el poder, siempre dentro de la trinidad clásica: Estado, élite económica, militares o Iglesia. No en vano la cada vez mayor supresión de la protesta social y la pandemia es, en esencia un ensayo de reclusión social. 

En la década de los 90 hubo un gran debate de cómo someter a las fuerzas armadas al poder civil, esa era la demanda de la sociedad, aun herida de un pasado militar muy violento, incluso exigían la desaparición de los ejércitos. Empero los ejércitos en los años 90 se convirtieron en empresarios, adquirieron empresas del Estado con los procesos de privatización, invirtieron y se hicieron parte activa de la economía de los países y además parte de las poderosas cámaras empresariales. Esta fue la salvaguarda de los militares, ser necesarios como aparato represivo y ser un actor clave de la economía del país. 

Dentro del imaginario social, sea como un mito o una realidad, las sociedades no imaginan su vida sin ejércitos, son en gran parte su historia, oscura o clara, es su ADN de vida, y paradójicamente la gente se siente insegura sin las fuerzas armadas, aunque prevalezca un pasado irresuelto de matanzas sobre el actuar de los ejércitos contra las poblaciones e intentos semi golpistas para no ser investigados. La tradición militar se convirtió en una carrera y una profesión, es una tradición familiar, y para cientos de miles de personas se convirtió en un orgullo haber estado en diversas guerras como parte activa o voluntaria en las fuerzas armadas; de ahí los patriotismos y nacionalismos además de los populismos militares de izquierda y de derecha que han prevalecido en los ejércitos latinoamericanos. Es por ello y más que los ejércitos son altamente resilientes, son una cofradía, una hermandad, donde no cabe la traición entre “hermanos” como sí existe en la política. 

Para los militares la pandemia del coronavirus no es el verdadero enemigo que momentáneamente cambió de rostro porque este fenómeno será temporal pero sirve para tomar decisiones sobre cómo se comportará la gente ante las consecuencias. Por esa razón los militares "hacen lo que pueden"; "pueden lo que hacen"; y "hacen lo que deben", y han demostrado ser necesarios en cualquier sociedad y en cualquier momento de la historia desde sus inicios milenarios.

ANTONIO BARRIOS OVIEDO

Profesor