Grandes contribuyentes defraudan entre $3800 millones y $5.000 millones anuales

ARTURO GUDIÑO

La evasión fiscal en Costa Rica alcanza entre $3.800 millones (₡2,2 millones de millones) a $5.000 millones (₡2,9 millones de millones), entre el 6% del PIB y el 8% del PIB, de acuerdo con el ex ministro de Hacienda, Rodrigo Chávez. Una suma a todas luces escandalosa que hace palidecer lo recaudado por el mismo plan fiscal impulsado por Carlos Alvarado y que fue cargado sobre las espaldas de los micro, pequeños y medianos empresarios, así como de los trabajadores y los sectores más pobres y desempleados.

En una entrevista realizada el pasado 28 de junio en el medio digital El Faro, Chávez, un abierto defensor de las políticas neoliberales y ex funcionario del Banco Mundial, recordó que Costa Rica se encuentra en el top ten de las naciones más desiguales del mundo y que para combatir esa desigualdad es necesario cerrarles los portillos a los defraudadores del fisco.

Los grandes defraudadores, como se ha venido señalando en los últimos años, son principalmente grandes empresas, catalogadas en Hacienda como grandes contribuyentes, pero que son expertas en dejar de pagar, gracias a los enormes portillos legales existentes, que ni los gobiernos ni los diputados de este período y los anteriores han querido cerrar.

La lista de los grandes defraudadores es enorme. Son la mayoría de los llamados grandes contribuyentes, los que declaran cero ganancias o pingües ganancias anuales, y cuentan con bufetes de abogados locales y transnacionales que se encargan de burlar las leyes y de crear empresas fantasmas o gemelas en paraísos fiscales para desviar lo que deberían de pagar en impuestos.

Los grandes defraudadores han sido denunciados muchas veces, pero cuando fueron puestos en evidencia más claramente fue cuando salieron a luz a nivel mundial los llamados Panamá Papers, filtración de documentos sobre una serie de empresas y personajes que tienen sus capitales en paraísos fiscales para evadir el pago de impuestos.

Cuando eso ocurrió se integró una comisión en la Asamblea Legislativa para investigar los casos de las empresas costarricenses. Allí salieron a relucir las mismas empresas o la mayoría de las defraudadoras que declaran cero ganancias: los mismos de siempre, y otros más, muchos, que son los que se embolsan los $3.800 millones o $5.000 millones anuales, pero pontifican sobre democracia y país ejemplar.

Claro, casi ningún medio de comunicación se hizo eco de la investigación, a la que se le echó tierra y la mayoría ni sabe que existió.

Con $3.800 o $5.000 millones de dólares en impuestos que se sumarían anualmente a Hacienda, no haría falta ir a negociar con el FMI o el Banco Mundial préstamos impagables que sólo sirven para que nos condicionen a seguir desmantelando el Estado costarricense, como ya se ha anunciado con una nueva negociación con el FMI para pedirle $3.500 millones. Venta de activos como Fanal, los bancos estatales o la propia telefonía del ICE, como ya se ha dicho públicamente.

Los grandes defraudadores se frotan las manos desde ya y le agradecen el Covid 19 que la crisis económica se haya profundizado para seguir arrasando con los bienes públicos.

Entre esos grandes defraudadores se encuentran los voceros oficiosos de este gobierno, entre ellos el decadente diario llorentino y el canal de la sabana, grupos de abogados por todos conocidos, grupos financieros como los aldeseanos que se llevaron entre las patas a su misma gente a la que le esquilmaron la bicoca de $200 millones y otras grandes empresas a las que se amnistió con el plan fiscal, mientras se imponían impuestos regresivos que empobrecen más a los más pobres y a los clase medieros cada vez más venidos a menos.

EVASIÓN Y LAVADO

Rodrigo Chávez, a quien el gobierno trajo desde el exterior, para que le ayudara a hacer la tarea a los sectores oligárquicos de nuestra élite económica, se escandalizó de ver que aquí los neoliberales superan a los mismos neoliberales estadounidenses, donde el secreto bancario desapareció desde hace mucho tiempo para rastrear la evasión y la elusión tributaria de los grandes grupos económicos, como también ocurre en las sociedades copadas por el neoliberalismo en Europa.

Y a esa enorme evasión, según Chávez, hay que sumarle el lavado de dinero proveniente de actividades ilegales como el narcotráfico. Ya algunos bancos, manejados por ex altos funcionarios de gobiernos liberacionistas, fueron señalados de lavar. Claro está, los señalamientos vinieron cuando el delito estaba prescrito, como suele ocurrir en esta extraordinaria democracia, ejemplo en América y el mundo, al decir de los propios medios que se encargan de defraudar.

La gigantesca defraudación, con la que podríamos tener mejores y más baratos servicios públicos, parques y centros deportivos para nuestros niños y jóvenes, mejor infraestructura hospitalaria, más médicos y personal paramédico, mejores servicios estatales de Internet, más y mejores escuelas y colegios y carreteras o trenes, se fuga hacia los paraísos fiscales, con la venia de los diputados del siempre complaciente PLUSC y sus nuevos pupilos los puente costales y el desdibujado PAC, el partido trans, que nació para luchar contra el neoliberalismo pero que luego lo apropió como su verdadero cuerpo.

Pero bien dice el dicho que cuando menos se piensa salta la liebre. Cuidado y no salta un día cercano en nuestro país. Los neoliberales creen que pueden hacer y deshacer, que la domesticación sigue vigente y que la gente se cree el cacareo de sus medios de dominación. Pero, quien sabe. Remember Chile, el modelo neoliberal por excelencia, ensalsado por nuestros neoliberales y columnistas.

Allí fue el Covid 19 el que detuvo la protesta y aquí ha envalentonado a quienes creen que llegó la hora de dar el zarpazo a lo que nos heredaron Figueres, Calderón, Mora y Sanabria. Pero, no todo es lo que parece, a lo mejor un movimiento de la ciudadanía logra poner a la cabeza de sus reivindicaciones a un nuevo González Flores. ¿Por qué no?

ARTURO GUDIÑO

Periodista