Equivoca el camino quien busca un paraíso

Existe una urdimbre diferenciada de esquemas fiscales, alrededor del mundo, con características disímiles entre sí, que nos permite imaginar una especie de “mercado fiscal internacional”. Entre 1958 y el 2018 a nivel mundial se redujo el promedio de los tipos impositivos cobrados sobre las rentas de las empresas en un 59%.

Esta reducción se produjo, principalmente, por los incentivos espurios que generaron los bloques normativos de algunos países que han caído en la trampa ideológica que promueve que la reducción indolente de impuestos es una condición necesaria y suficiente para la atracción de más inversión extranjera directa.

La competencia fiscal internacional y la globalización, han producido un efecto de de relocalización de las ganancias fiscales, alrededor del mundo; aun cuando las mediciones concretas sobre la cantidad de ingresos  dejados de percibir sean difusas para algunos países, nada obsta para afirmar que la dinámica de la relocalización ha concentrado cierta cantidad de inversiones de capital en países de renta media-baja, pero los resultados de sus operaciones han migrado hacia paraísos fiscales.

Hilando más fino, podemos aseverar que las empresas extranjeras son sistemáticamente más rentables que las empresas locales en países con baja carga impositiva, mientras que lo contrario es cierto en países con altos impuestos. 

Para las empresas locales (es decir, empresas que no son subsidiarias ni parte de un grupo de interés o un grupo multinacional) la proporción de las ganancias brutas con relación a los salarios es del 30%, lo cual se cumple tanto en los países de renta alta, como en renta baja.

En las empresas extranjeras, la relación entre las ganancias antes de impuestos y los salarios está en el orden del 40%, en países con bajas cargas impositivas, mientras que es inferior a ese rango en países con altos impuestos. 

Para mayor claridad cito un ejemplo: por cada dólar pagado en salarios, por una empresa multinacional, en un país de baja carga impositiva, las empresas reportan una ganancia antes de impuestos de hasta 8 dólares, es decir una relación salario-ganancia del 800%.

En términos globales desde el 2015 el ritmo transicional de las ganancias de las empresas multinacionales se ha venido reposicionando vertiginosamente, tan es así que  cerca del 40% de esas ganancias –definidas como los ingresos percibidos por las multinacionales fuera del país donde está localizada su matriz– fueron movidas a paraísos fiscales durante el año 2018.

Existe un nivel “normal” de relocalización de las ganancias, sin embargo, por encima de esa normalidad, se estima que cerca de 646 mil millones de dólares fueron relocalizados hacia paraísos fiscales solamente en el año 2018, a nivel mundial. 

Esto tiene esencialmente cinco consecuencias básicas: 1) una infravaloración de los aportes de los países anfitriones, a la productividad de las empresas multinacionales, 2) una subestimación de la inequidad resultante, en el  anfitrión y, por supuesto, en los paraísos fiscales en sí, 3) una brecha consistente en la rentabilidad de las empresas locales frente a las multinacionales, 4) distorsiones en la competencia entre empresas multinacionales y locales, en tanto operan en el mercado doméstico y 5) una pérdida interna en el ingreso fiscal.

Dan evidencias de las anteriores consecuencias, a despecho de las falencias empíricas en los paneles de datos, las imputaciones resultantes del cotejo de las ganancias antes y después de impuestos en los países paraíso y las discrepancias bilaterales de intercambio.

Todo lo descrito es posible, esencialmente, gracias a algunas prácticas harto conocidas: el reflejo contable basado en las dinámicas internas de los “holding”, o sea, “subir” la contabilidad a la empresa controladora, vía aplicación de gastos deducibles, por medio del reposicionamiento de los activos intangibles y mediante la colocación de algunas de las actividades administrativas en subsectores exentos (como sucede en nuestro país con las zonas francas) o en paraísos fiscales. 

Es decir, migran algunas de las actividades operativas hacia estas zonas exentas vía subsidiaria y éstas revenden sus servicios a las empresas en los regímenes definitivos, logrando así reportar cero ganancias (y hasta pérdidas), en el país de operación.

En nuestro país, según el panel de datos del Fondo Monetario Internacional y los reportes de la OCDE, existe una brecha inmensa entre los ingresos reportados por la Inversión Extranjera Directa desde las empresas residentes hacia su casa matriz y los ingresos reportados por la Inversión Extranjera Directa desde las empresas Matriz hacia las cuentas públicas, ascendiendo los primeros a 2 282 millones de dólares y los segundos a 74 millones de dólares, es decir una brecha de más de 2 mil millones de dólares.

Una cantidad nada despreciable de ingresos que no son susceptibles de ser contabilizados en el país, producto de las facilidades que ofrece nuestro marco de legalidad fiscal. Pero no solo eso, además nuestro país paga, en términos de valor accionario, 392 millones de dólares a los propietarios últimos de las compañías multinacionales localizadas en paraísos fiscales.

Como porcentaje de la carga impositiva total, Costa Rica está permitiendo la relocalización de 14 mil millones de dólares anuales, un 8% hacia paraísos fiscales y un 1% hacia los propietarios últimos de las compañía y el monto del gasto tributario como porcentaje de la carga impositiva total en renta es del 30%, lo cual es coincidente con las estimaciones que se hicieran en semanas anteriores en esta misma columna.

Esto tiene serias implicaciones para la formación de políticas públicas y la desigualdad: 

  1. Se generan excesivas presiones sobre la desigualdad en la distribución del ingreso, en tanto por cada dólar pagado a un trabajador costarricense, las multinacionales reportan 0.9 dólares de ganancia después de impuestos (relación salario-ganancia de 90%), pero bajo esta lógica, se deduce que en algún paraíso fiscal se están percibiendo los otros 2.1 dólares (210%) que genera en promedio de ganancias finales, un trabajador de nuestro país.

  2. Bajo este esquema, para que los salarios aumenten, los factores de producción que complementan la mano de obra deben aumentar concomitantemente, lo que puede suceder rápidamente si el capital tangible fluyera desde el exterior (es decir si el arraigo implicara mayor inversión en activos fijos), y menos si son principalmente las ganancias en papel las que cruzan las fronteras.

  3. Reduce las tasas efectivas pagadas por las multinacionales en comparación con las empresas locales, lo que podría afectar negativamente a la competencia (esta misma valoración fue indicada en anteriores entregas).

  4. Reduce los impuestos pagados por los ricos, ya que la propiedad de estas empresas se concentra, lo que podría requerir cambios compensatorios en impuestos a la renta individual, o cambios en la forma en que las empresas multinacionales están sujetas a impuestos, para tener un efecto redistributivo (es ahí donde saltan los pregoneros de turno diciendo que Costa Rica debe ser en su totalidad una gran Zona Franca, para caricaturas similares vea, bajo su propia responsabilidad –puede no causarle tanta gracia-, De frente: Estrategia de desarrollo).

No es sorprendente que este análisis sea sumamente coincidente con las conclusiones desmitificantes que se hicieran desde esta columna y con las conclusiones presentadas por Thomas Torslov de la Universidad de Copenhagen, Ludvig Wier de la UC Berkeley y Gabriel Zucman de NBER, en “The missing profits of nations”; la vehemencia, la coherencia de la verdad y la evidencia científico-documental, no dejan lugar a dudas. 

Un análisis de este tipo permite que seamos críticos en torno de las implicaciones macro-distributivas de la globalización y los efectos domésticos de esquemas fiscales que promueven contraproducentes situaciones domésticas, ante un selvático y antropofágico mercado mundial de posiciones fiscales en el que el peor camino es parecerse a un paraíso.

LUIS CARLOS OLIVARES

luigyom@hotmail.com