Fútbol "femenino"
LUIS DIEGO SOLANO
El exfutbolista Jorge Valdano, quien en otras instancias de la historia universal debió ser un filósofo presocrático, afirmó que mientras estuvo en la cancha era mejor que le gritaran “Hijo de puta” antes que “Vete a fregar”. En la definición que el argentino brindó, el insulto forma parte de la liturgia del fútbol, y en este sentido, es aceptado como un gaje del oficio. Sin embargo, la recomendación de tomar un "palo de piso" resulta una manera machista de humillar a un ser humano, de negarle que puede dedicarse al deporte.
Últimamente algo empieza a cambiar en nuestras sociedades, hasta el punto de que el inadaptado que grita alguna frase discriminatoria durante un partido de fútbol, masculino o femenino, corre el riesgo de que sus vecinos de grada lo saquen del campo por la oreja, lo graben y, una vez en las redes, no pueda volver a salir a la calle.
Las mujeres empezaron a jugar al fútbol en Inglaterra durante la Gran Guerra: no sólo sustituyeron a los hombres en las fábricas, sino que también comenzaron a practicar deportes hasta ese momento excluyentes. Un siglo después, en el 2019, se inauguró la Copa del Mundo en Francia, la cual contó con una de las audiencias televisivas más masivas en la historia. La expansión de este deporte en la última década ha sido meteórica. Solo en Europa, el número de licencias ha crecido un 36% durante el último año, hasta la cifra de 100 mil. Por primera vez en España se ha llenado un estadio como el Wanda, en Madrid, para ver un Atlético-Barça, y la Copa del Mundo ha conseguido vender 750 mil entradas, para que un total de 135 países lo retransmitieran en directo.
Aterrizando en Costa Rica, estos méritos y lucha sin descanso apenas inician. La participación de la Selección Nacional en los distintos certámenes a nivel mundial y continental, misma que ha deparado logros y satisfacciones inmediatas, no debe ser sólo una cortina temporal, sino que podría significar el llavazo perpetuo para el posicionamiento del deporte más popular del mundo en una sociedad que, muy a pesar de lo que deseamos, continúa altamente polarizada ante temas de género.
Los clubes más populares efectúan estrategias mediáticas muy interesantes y agresivas. Algunos patrocinadores, lo mismo que aficionados, se acercan a las canchas para ver futbolistas que tienen hambre por demostrar que el deporte va mucho más allá que los señalamientos y marginaciones anacrónicas. Al Morera Soto, durante el proceso de clasificación para los Juegos Olímpicos, llegaron en promedio 4 mil personas por cada juego; valga decir que ambos partidos se llevaron a cabo entre semana y en horario nocturno.
El primer paso está dado, se requiere de trabajo, esmero y visión para lo que al inicio resultó un "atrevimiento" o "aventura" se convierta en un producto cotidiano y de consumo popular. Porque, hay que decirlo, talento y entusiasmo sobran. El próximo paso es la profesionalización, pero este apartado no depende de la calidad del deportista, sino de una "realidad país" que nos ahoga en todos los ámbitos, y el deporte es un marginado histórico.
Ha llegado el momento de no llamarlo fútbol femenino, digámosle solo fútbol.
Luis Diego Solano
@elechac