¿Es el fin del socialismo sudamericano?
ARIEL FONSECA RODRÍGUEZ
El pasado 23 de noviembre la Asamblea Legislativa de Bolivia aprobó un proyecto de ley para convocar a unas nuevas elecciones en el plazo de cinco meses sin el expresidente Evo Morales ni su exvicepresidente, Álvaro García Linera. El proyecto fue votado por unanimidad en un Congreso en el cual el Movimiento al Socialismo (partido de Morales) cuenta con mayoría absoluta, esto da la legitimidad que le faltaba al gobierno interino de Jeanine Añez a la vez que con la anulación de las elecciones del 20 de octubre se admite de forma indirecta el fraude a favor de Evo Morales.
Por la misma fecha el ahora ex presidente fue denunciado por los delitos de sedición y terrorismo debido a un supuesto llamado a sus partidarios para que efectuaran bloqueos. De manera que le es imposible poner un pie en Bolivia sin el peligro de ser inmediatamente detenido. Con él fuera de escena y sin que quede otra figura de peso en su partido para liderar la oposición al nuevo gobierno, además de la complicidad de ciertos senadores del MAS, podemos cuestionarnos si con el exilio de Evo Morales el llamado Socialismo del siglo XXI en América del Sur está herido de muerte.
A 30 años de la caída del muro de Berlín y a 20 de iniciarse el primer mandato de Hugo Chávez en Venezuela, 2019 fue el año en el cual los proyectos de la izquierda revolucionaria se vinieron abajo y el péndulo de la correlación de fuerzas políticas en Latinoamérica se impulsó a la derecha con más fuerza que antes, pese a que la ola de protestas en la región no discrimina colores ni ideologías políticas.
Recapitulemos: en Ecuador Lenín Moreno no más llegó al poder fue dejando de lado las políticas de la “Revolución Ciudadana” de su predecesor Rafael Correa, se alió con los antiguos sectores de oposición, se enfrentó al descontento de sus políticas impopulares y efectúa una purga dentro del partido Alianza País (se puede interpretar así) con las causas penales contra Jorge Glas y Paola Pabón.
Los bolivianos, pese con un modelo económico considerado como exitoso por entes como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, dijeron que no a la pretensión de perpetuarse en el poder de Evo Morales en el Referéndum Constitucional de 2016. Consulta que se tradujo en pérdida de tiempo y recursos cuando el entonces Presidente acudió al Tribunal Constitucional del que consiguió la autorización para postularse de nuevo como candidato.
En otros puntos de la geografía sudamericana los gobiernos calificados como “progresistas” son reemplazados por propuestas de derecha: Jair Bolsonaro en Brasil en 2018, y el más reciente caso de Uruguay donde el Frente Amplio fue vencido por un escaso margen tras 15 años en el poder. Argentina sería la excepción con el regreso de los peronistas en la fórmula Fernández-Fernández, pero Argentina sigue otra lógica. Los peronistas pueden ser de izquierda o de derecha, o las dos cosas o ninguna a la vez, sencillamente son peronistas.
¿Qué por qué no mencioné a Venezuela? Venezuela es un país aislado del resto del continente que, a diferencia de hace 10 años, poco puede hacer para influir fuera de sus fronteras. Con el derrumbe de la producción petrolera y la deslegitimación de su gobierno no tiene ni el dinero ni el prestigio para marcarle la pauta a nadie. Venezuela es un zombie: un muerto que por alguna clase de sortilegio se mantiene de pie y anda, pero muerto al fin tanto en lo económico como en lo político.
El socialismo entendido como proyecto alternativo de sociedad, como utopía a realizar, cayó en quiebra por segunda vez y por los mismos motivos que a finales del siglo XX, es decir, o bien una economía ineficiente o bien una tendencia al autoritarismo, o las dos cosas juntas. Claro que lo anterior son generalidades y respecto a cada país es necesario ahondar el análisis, sin embargo se puede concluir que como discurso e ideología movilizadora el Socialismo del siglo XXI está acabado. En cuanto a Evo Morales, el acuerdo en la Asamblea Legislativa destruye sus posibilidades de volver al poder en el corto plazo, y con el paso de los días sus posibilidades de volver en el lejano plazo son también cada vez menores.