El elusivo ciclo de admoniciones
Puede leer la primera parte de esta serie aquí
Por mi parte, creo, muy al contrario, que el Gobierno no llena hoy las justas exigencias del país y que no corresponde, como debiera, a las necesidades del pueblo que es el que más contribuye, en tanto que satisface ampliamente las exigencias de los que contribuyen con menos y que, en muchos casos, no contribuyen con nada.
-Alfredo González Flores, 1914.
II Parte. Escenarios
Para aplausos, las tablas; frente al poder solo es plausible la crítica.
Continuando con la brevísima empresa que me planteara en la primera entrega de este artículo, en esta segunda parte esbozo dos escenarios que son producto del efecto misceláneo de los indicadores descritos en la sección diagnóstica. Entre ellos y como resultado una coyuntura combinatoria que ostenta caracteres de continuismo y algunos aires de mayor deterioro, la dinámica entre la deuda, la capacidad de recaudación, los efectos en el consumo y el crecimiento, se erigen como las variables que más luz pueden arrojar sobre el pronóstico del comportamiento de la economía, de mantenerse las condiciones actuales.
I. Deuda, recaudación y resultados.
Al finalizar el primer semestre del presente año la deuda del gobierno central se ubicaba en 19 665 575, 5 millones de colones, es decir un 52.2% del PIB, representando un aumento de 3.1 puntos con respecto a la misma fecha el año anterior. Es decir que en términos absolutos, la deuda creció interanualmente a un ritmo de 14,6%; lo que representa una aceleración de 0.6 puntos porcentuales o 2 506 471,2 millones de colones.
Durante una fracción temporal nada despreciable, anterior a la aprobación de la reforma, la política fiscal costarricense fue fundamentalmente procíclica: Los déficits recurrentes y el crecimiento de la deuda soberana imposibilitan expandir el gasto en recesiones (como sí se hizo en 2008).
Cambios dinámicos externos producen asimismo efectos primordialmente negativos en las etapas tempranas posteriores a la implementación de la Reforma Fiscal, por ejemplo en impuestos, se tiene que representarían una caída del PIB a partir del tercer trimestre pasando de un nivel de crecimiento del 0,4611% a 0,1186%, hasta llegar al 0,017% en el cuarto trimestre. Posteriormente, se presentarían tasas negativas de crecimiento en la producción alcanzando en el noveno trimestre un -0,69%.
Además el sostenimiento del gasto fiscal según la categorización actual tiene un efecto negativo sobre el PIB durante los primeros tres trimestres, con una magnitud -0,35%. Si bien a partir del cuarto trimestre la recuperación parecería efectiva (los niveles de decrecimiento disminuyen), hay que esperar hasta, aproximadamente el quinto período, para ver resultados positivos.
Esto se traduce en que, a pesar de la aprobación de la reforma fiscal, la deuda seguirá creciendo de forma importante al menos hasta el año 2023, cuando alcanzaría su monto más alto (por el orden del 65% del PIB) y empezaría a disminuir gradualmente. Esto siempre y cuando se mantengan las condiciones que eviten shocks endógenos, es decir, nuevas erogaciones.
Por otro lado la recaudación en Renta e IVA aumentó entre julio y agosto del presente año, sin embargo me temo que esto comporta una distorsión y un efecto negativo: las estimativas sobre la recaudación máxima han sido muy optimistas, lo cual implica que no se trata de que la recaudación este “de capa caída” sino que los niveles óptimos de recaudación fueron sobreestimados y ya pasamos por sus topes, dadas las condiciones de la presente reforma, y como efecto negativo debemos hacer una consideración sobre lo que esto provoca en el consumo y el crecimiento.
II. Deuda y depresión de consumo
Durante los tres primeros meses del año 2019 el consumo privado mostró un crecimiento interanual de solamente 1,9%, cifra inferior al 3,2% registrado a finales de 2018, lo cual refleja el escaso dinamismo del mercado laboral y crediticio, según datos del Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas. Este detrimento en el consumo corresponde a una disminución de la demanda de bienes del sector comercio.
Una caída absoluta en el consumo representará una ulterior y más profunda caída proporcional en la inversión, dado que el consumo de los hogares generalmente tiene un efecto multiplicador de tres a cuatro veces mayor que la inversión misma.
Un aumento en el crecimiento económico impulsa el consumo de los hogares. Esta conclusión también fue confirmada por diversos estudios como el de Ofwona (2013) quien descubrió que el ingreso es un determinante clave de consumo doméstico. Mishra (2011) investigó la relación entre gasto de consumo real y el crecimiento económico, encontrando que el gasto real de consumo privado se ve afectado por el crecimiento a largo plazo.
Vis-a-vis el consumo y el crecimiento muestran cierto comportamiento paramétrico y esencialmente son tres las determinantes de su conducta futura y sus efectos en la economía, a saber:
1. Ingreso disponible:
Actualmente si pensamos que ya de por si el ingreso de los hogares se halla deprimido, si observamos su comportamiento en perspectiva distributiva, las observaciones son aún menos halagadoras:
En perspectiva per cápita el ingreso promedio de los hogares es de 376 300 colones, con grandes diferencias entre quintiles, siendo el primer quintil poseedor de un ingreso per cápita de 61 403 colones y el quinto 1 082 290 colones. Esto arroja además una observación a propósito de la desigualdad en la distribución, harto señalada perniciosa.
2. El nivel de deuda de los hogares
La Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares de 2018 encontró que el porcentaje de hogares en el país que mantiene por lo menos una deuda es de 59.9%, y en promedio pagan una cuota de aproximadamente 200.000 colones mensuales.
Una tercera parte del crédito en el país ha sido otorgado para consumo y la importancia relativa que este tipo de crédito comporta frente al crédito total ha venido en franco aumento, de más de 10 puntos porcentuales en un período de 7 años.
Según datos del Ministerio de Economía, Industria y Comercio (MEIC), el saldo a julio de 2019 fue de 1,41 millones de millones de colones (que equivale al 4,21% del PIB estimado para 2019), mientras que en julio de 2010 era de 579 mil millones de colones (3,23% del PIB de ese año). En los últimos nueve años, este tipo de deuda creció en casi un punto del PIB.
3. Expectativas del consumidor
Medido por el Índice de Confianza del Consumidor (ICC), elaborado bajo la dirección del Investigador de la Escuela de Estadística de la Universidad de Costa Rica Johnny Madrigal Pana, la confianza del consumidor costarricense percibe y refleja apropiadamente la coyuntura:
Después de haber sobrepasado uno de los niveles más bajos, la confianza de los consumidores aumentó para noviembre del 2019. Actualmente el ICC es de 32,3 puntos y tres meses atrás era de 28,5 puntos, lo que se traduce en un aumento de 3,7 puntos. Este resultado muestra que, aunque la confianza se incrementó en los últimos tres meses, lo hizo en una magnitud moderada. Es decir, pese al aumento de la confianza, los consumidores todavía conservan cierto dejo de incertidumbre. Una revisión de toda la serie indica que el año 2019 se caracteriza por presentar un grado de pesimismo significativo, como no se había observado antes en un período tan prolongado.
III. Combinatoria
Ante la conjunción de una coyuntura de endeudamiento, propicio para que los consumos futuros se vean deprimidos, y las expectativas cruzando niveles bajos de confianza, aunado a una lectura sobre estimativa de la capacidad de la reforma fiscal para erigirse como un revulsivo, indicadores de desempeño comparativamente más pálidos en perspectiva temporal, más la dificultad sistémica que es transversal a todo lo anterior, es decir, la preeminencia de la inequidad en la distribución del ingreso; estamos en presencia de uno de los escenarios más luctuosos a futuro, sobre todo para las poblaciones económicamente más vulnerables, al menos en el corto y mediano plazo.
Uno de los llamados más claros que se perciben a partir de una lectura de este tipo, es la necesidad de realizar reformas tendientes a fortalecer la capacidad adquisitiva de los quintiles de menores ingresos de la población (los hogares pobres son los que más se endeudan para mantener sus niveles de consumo corriente), esto traería efectos positivos casi inmediatos en el dinamismo de la demanda interna y por supuesto fomentaría un crecimiento más sano, basado no en condicionantes exógenas sino en el comportamiento interno.
Para virar la trayectoria actual dados los presentes escenarios, es necesario no solamente repensar la estrategia de recuperación sino modificar la relevancia de los actores vinculantes de la economía.
Nunca un esfuerzo desperdigado y aséptico en función de proteccionismos y prebendas dio como resultado un nivel de ventura perdurable, por el contrario, las grandes reformas históricas en nuestro país siempre tuvieron presente la equidad como su norte más lúcido.
LUIS CARLOS OLIVARES
luigyom@hotmail.com