Del diseño gráfico y la política criolla
KENNETH CALDERÓN
¡La carrera a Zapote comenzó!, y la asamblea del partido Liberación Nacional fue el pistoletazo de salida. Poco a poco, aparecen los postulantes que presagian una disputa electoral poco entretenida y nefasta… como ya es costumbre. En medio de esta vorágine, comentaré una de las dinámicas que más me han interesado como espectador de la arena electoral: el diseño gráfico de las “brands” políticas.
Del diseño gráfico
Para las personas que no están familiarizadas con el diseño gráfico, lo primero que debo mencionar es en qué consiste el trabajo del diseñador. Como ya dijo el clásico Frascara, su labor es servir de mediador y gestor de un acto de comunicación: crea un evento a partir de una serie de elementos pertenecientes al lenguaje visual; empleando, evidentemente, las tecnologías necesarias, pero no reducido a ellas, osea, no es solo alguien que sabe usar Photoshop. Por otra parte, es importante mencionar la dimensión, negada o ignorada, de la imagen como una forma de conocimiento, un depósito de significados y discursos. Claro está, el “diseño no es una guinda”, como decía Manuel Estrada, es decir, no es mera decoración, funciona como un acto de comunicación de discursos acorde a objetivos e intencionalidades… o al menos el buen diseño debería serlo.
Diseño gráfico y política
La relación histórica del diseño y la política es (casi) evidente. Se puede rastrear el influjo del diseño en el incipiente cartelismo político de la Revolución Francesa. También en los diseños del denominado constructivismo ruso, ya vaciado y gastado por los diseñadores de Pinterest. Se pueden recordar casos tan particulares como lo fue el cartel fascista, que se convirtió en un género en sí mismo. Por otra parte, si hablamos del diseño político de “izquierdas”, o “contraculturales”, es obligado mencionar los carteles de los movimientos estudiantiles de los 60s, por ejemplo, el Atelier Populaire francés Grapus, que destacó por la creación de piezas memorables. Es necesario recordar el mítico Push Pin Studio, ¡Milton Glaser, por supuesto!, y lo que significó el cartelismo hippie en la historia del diseño gráfico. En el caso del diseño editorial, la revista norteamericana Ramparts o la contemporánea Charlie Hebdo son casos destacables. Todas estas menciones son de diseño editorial, ilustración o cartelismo políticos, ¿qué sucede con el diseño de logos?
Logotipos políticos
Si hablamos del diseño de logotipos políticos, quizás los casos son menos espectaculares, pero han trascendido en el imaginario social de una forma silenciosa, pero efectiva. Los antecedentes de estas manifestaciones se deberían revisar, considero, en las insignias de los movimientos políticos del siglo XIX, por ejemplo, la paradigmática composición de la hoz y el martillo.
De los casos contemporáneos, sólo mencionaré el que, considero, la identidad gráfica política mejor lograda en las últimas décadas, me refiero al logotipo diseñado para la campaña de Obama del 2008. El valor de este imagotipo (para los puristas de las definiciones), residió en la elección de los elementos en función de una narrativa perfectamente ensamblada. Lo anterior es observable desde la elección de la tipografía y los colores (los dos tonos de azul), la perfecta simetría obtenida gracias a las casualidades de la “O”, la relación interna de los elementos, o el número de letras del nombre del candidato y su vicepresidente (OBAMA-BIDEN). Lo anterior, en conjunto, permitió una composición equilibrada. Todas estas menciones son elementos formales del diseño; pero no quedó solo ahí, el isotipo logró integrar los discursos, los eslogan, y valores de la campaña (“¡Hope!”, “Greater Together”, “Change We Can Believe In”…). El diseñador del isotipo optó por la abstracción de las formas y el empleo de ciertos elementos que el receptor podía descodificar sin problema: dentro de la “O”, se apreciaba un sol de amanecer sobre un campo cultivado (la franjas de la bandera estadounidense en perspectiva, que apelaba al patriotismo), circunscrito a un cielo azul brillante: el espectador de la imagen podía tener esperanza, podía creer, ¡ya estaba despuntando el alba! Toda una narración en un isotipo. Nuevamente, el diseño visto como un evento comunicativo, y la imagen como una forma de conocimiento.
Logotipos políticos criollos
Poco se habla del diseño de logotipos, o identidades gráficas, de nuestros partidos políticos o candidatos; más allá de las descalificaciones en redes sociales, en nuestro contexto es prácticamente nula la crítica de este campo.
Por mencionar algunos logotipos, podría hacer referencia al que se empleó en la campaña de Piza 2018 que, en un intento de ser creativos, trataron de convertir la “i” en una persona que extendía el brazo para…¿tocar las estrellas?, obviamente, ese “ejercicio gráfico” pasó desapercibido. Inclusive, “el sol de Walmart”, que recordamos de la campaña anterior, tenía una estrecha relación con el ideario político de su candidato (Malaquías 4:2 / 2 P 1:19), claro está, lo recordamos como “el sol de Walmart”, nada más. Ambas propuestas son casos de intentos, que no pasaron de ser eso.
La convención de Liberación nos dejó ejemplos de esfuerzos de posicionar un isotipo en los medios. Me refiero a la “llamita-Tinder” de la propuesta gráfica de Thompson, o el trébol del “profe” Alpizar. Siendo justo con la propuesta de Thompson, el icono de la llama, lo había empleado en las elecciones para la alcaldía. Además, al estar vinculado con la provincia de Alajuela, la utilización de una llama (antorcha), remite a cierto código del imaginario alajuelense y nacional, de igual forma no “cuajó” en su comunicación, y pasó a ser irrelevante.
Una de las líneas de diseño de las propuestas liberacionistas, fueron los juegos tipográficos, recurso que todo diseñador o diseñadora, por evidentes razones, emplea como primera opción. Estos abordajes fueron los observados en los diseños de los candidatos Benavides y Figueres. En el caso del primero, la composición del logotipo tuvo un pequeño acierto: potenciaron, deliberadamente o no, cierta polisémia con el “CRBenavides”. Por otra parte, la composición tipográfica de Figueres logró esa característica con la integración de la FP (Figueres-Presidente, aunque el texto que acompaña al isotipo reza Presidente Figueres), posibilitando otra lectura del (P. Figures) que podría, o no, remitir al Figueres mítico, pero esto recae en la creatividad del lector del logotipo. Debo de destacar que Rolando Araya fue el único que utilizó la insignia de la socialdemocracia sin sonrojarse, ¡vaya atrevimiento!
En todas las propuestas se emplearon disposiciones y tipografías similares (sans serif), algo esperable en esta época del blanding, “tendencia” que ha llevado a diseñar, y a rediseñar, logotipos uniformes e insustanciales que se pierden, irremediablemente, en el ruido mediático, pero esto es otro debate.
De los candidatos y candidatas de otros partidos, solo mencionaré el caso de Erwen Masís, que en cuatro años ha tenido tres diseños diferentes: la Pepsi de la política criolla.
Lo que nos espera
La justa electoral también es visual. Insisto: la imagen es una forma de conocimiento y una herramienta retórica de esta desagradable telaraña mediática. En este laberinto visual, que nos condiciona a ser receptores pasivos y acríticos, sería muy estimulante ver alguna propuesta de valor, que nos lleve a algo más, que de un giro creativo, pero no pareciera no ser el caso. Lo anterior lo sostengo al ver, por ejemplo, que la gastada y aburrida retórica del icono del corazón (agotada por todos los partidos españoles), y con precedentes nacionales en el referéndum del 2007, se está empleando en la comunicación de uno de los candidatos. Si, la disputa electoral será poco entretenida y nefasta, como ya es costumbre.
KENNETH CALDERÓN
Estudiante de Filología y diseñador gráfico
k.calderonespinoza@gmail.com