Del costarricense a Costa Rica. La conducción del país es un reflejo de nosotros mismos
J ROBERTO PADILLA
Costa Rica enfrenta la crisis económica más importante de su historia desde la fundación de la segunda república en 1949; la deuda del país superó los $30 mil millones de dólares en el año 2018 y tras la entrada en vigencia del Proyecto de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas o “Plan Fiscal” se estima que la deuda externa representa el 55,9% del PIB según el IMAE de noviembre en el 2019 emitido por el BCCR. Pero esto no es todo, hay un dato más para alarmarse; el déficit de Costa Rica prácticamente triplica al del resto de países centroamericanos, e incluso, somos la única nación en la región dónde esta situación solamente empeora.
En contraste con el resto de los países centroamericanos y pese a tener mayor estabilidad política, así como mejor distribución de la riqueza; para octubre del 2018 Costa Rica solo fue superado por El Salvador y Nicaragua en cuanto al porcentaje del PIB en relación con la deuda externa, representando un 76.3% y 52,5% respectivamente para cada uno de estos países. No obstante llama la atención que para este momento el PIB de Costa Rica es 2.29 veces más grande que el de el Salvador y 4.13 veces más grande que el de Nicaragua según datos de CEPAL, lo que demuestra que la deuda costarricense en términos absolutos es mayor, dado que comparativamente tenemos una producción mayor.
Se podría alegar que esta realidad obedece estrictamente a quienes ocuparon la dirección del país en los últimos 10, 20, 40 o 60 años; pero lo cierto es que: en palabras de Joseph de Maistre, quien fuera un prominente hombre de vida pública francés del siglo XVIII “cada pueblo o nación tiene el gobierno que merece”. La situación de las finanzas públicas de Costa Rica no dista de la realidad de la balanza de pagos del costarricense promedio. Para el 2017 la deuda sólo en tarjetas de crédito de los costarricenses alcanzó los ¢1,4 billones de colones según datos de la SUGEF.
Es comprensible que si la ciudadanía no tiene una sana cultura financiera quienes dirigen al país tampoco la tengan, es razonable que si las cabezas de los hogares costarricenses no aumentan el ingreso a la vez que se incrementa el gasto, las cabezas del gobierno tampoco lo hagan. Ideosindraticamnere la deuda es la solución para hacerle frente al gasto y a los problemas financieros en nuestra Suiza centroamericana. Entonces, la deuda pública puede tener un componente idiosincrático así como cultural y no estar estricta o exclusivamente ligada a temas meramente macroeconómicos.
Dadas estas circunstancias no es ajeno a la sana lógica racional que el nuestro sea el país latinoamericano en el que más se usan tarjetas, ya sea de crédito o débito. Según datos de Ministerio de Economía Industria y Comercio de Costa Rica (MEIC) en territorio nacional circulan casi 6 millones de tarjetas. Es decir que casi hay una tarjeta por cada persona residente en el país, esté en edad productiva o no, tenga un ingreso fijo propio, sea asalariado o se encuentre inflando la tasa de desempleo.
Cuantitativamente y en términos reales en el quinquenio comprendido de julio del 2012 a julio del 2017, el endeudamiento por concepto de tarjetas de crédito aumentó un 78%. En Costa Rica, existe una cultura orientada al consumo y el gasto corriente financiado por deuda, y al financiamiento de la deuda con más deuda. Esta situación representa un riesgo para las finanzas familiares y para la economía nacional ya que las tarjetas de crédito del sector bancarizado alcanzan en promedio el 50,4% de interés, sin mencionar las tasas de usura del sector financiero informal.
En este contexto si bien es cierto el “dinero plástico” permite el consumo en el momento, limita el crecimiento de la capacidad del mismo a mediano y largo plazo. Dado a que el ingreso estará supeditado al pago de la deuda y los intereses generados por el financiamiento inicial. Siendo así; aunque se ajuste el ingreso de la persona anualmente con un incremento salarial (en caso de que tenga patrono) acorde con el aumento del costo de vida y la inflación, este aumento en el ingreso personal y familiar ya estará condenado al pago de intereses producto del financiamiento inicial y no será suficiente para aumentar la capacidad de consumo ni mejorar la calidad de vida del tarjetahabiente o el deudor. Si extrapolamos este comportamiento a la mayoría de los hogares costarricenses; esta situación repercutirá negativamente en la capacidad de gasto per cápita y consecuentemente en la contracción de la economía del país.
En tiempos donde sensatamente cuestionamos el manejo del erario público es pertinente también ser críticos de nuestras finanzas personales. Dado que la realidad económica del Estado Costarricense no es ajena a la realidad financiera de nosotros sus ciudadanos; los ticos financiamos deuda con deuda. Para conducir la economía nacional a buen puerto, debemos modificar también nuestros hábitos de consumo individualmente. Como base del Estado, nosotros los costarricenses debemos mejorar la forma en la que manejamos la deuda y cómo administramos nuestros recursos. Hay que explorar nuevas formas de ingresos, invertir, ahorrar y cambiar el paradigma. La realidad nacional que es un reflejo de nosotros mismos, no una herencia de nuestros padres y abuelos.
J ROBERTO PADILLA
jrobertopdill@gmail.com