COVID-19: el “nuevo orden mundial”, crisis y psicología

MÓNICA CRUZ ALVARADO

“El COVID-19 fue diseñado para...”; no importa qué cosa usted haya escuchado completar esa frase, hoy en día se puede encontrar básicamente cualquier argumentación en esa línea sobre la aparición del COVID19.  Desde intentos de China por controlar el mundo; un intento del gobierno por X o Y; armas biológicas de destrucción masiva; hasta teorías que niegan la existencia del propio virus.

Sin importar el argumento, todas estas “explicaciones” pertenecen a un grupo de teorías llamadas teorías de la conspiración o teorías conspirativas, cuyo concepto alude a ciertas teorías alternativas a las oficiales que buscan explican un acontecimiento o una cadena de acontecimientos ─generalmente de importancia política, social, económica, religiosa o histórica - por medio de la acción secreta de grupos poderosos.

Si bien existen verdaderas conspiraciones que han sido demostradas histórica y criminológicamente, en las teorías conspirativas no ha existido ni se ha comprobado ninguna conspiración y la teoría que afirma su existencia carece de sustento racional y probatorio.

¿Qué tiene que ver esto con la mente y las crisis?

En tiempos de angustia y miedo es difícil mantener la flexibilidad mental y las personas a menudo se retraen en modo de supervivencia, volviéndose rígidas y recurriendo a comportamientos probados en respuesta a situaciones desconcertantes, en un intento por “mantener el control”.  Esto debido a que, muchas veces, cuando hemos estado en control de la situación, hemos logrado influir en el desenlace de la misma. Por lo que, en momentos difíciles nuestras decisiones y conclusiones se vuelven más automáticas, más “habituales” en el sentido de recurrir al hábito.  

Piense en el piloto automático de un avión.  De esta forma, nuestra mente trata de “seguir adelante”, aun cuando exista la limitación de que el escenario o paisaje sobre el que volamos sea algo totalmente desconocido y diferente a lo habitual.

En la vida existen muchas variables que se escapan de nuestro control; no sólo a nivel individual, sino en colectivo.  Imagínese un meteorito, una erupción volcánica, o tal vez un terremoto. Es cierto, hay muchas cosas sobre las cuales podemos influir en alguna medida – como el cambio climático, nuestra alimentación, etc – pero también hay muchas cosas donde nuestra capacidad de impacto individual o comunal es muy limitada.

El estrés  distorsiona nuestros pensamientos y contribuye a que nos volvamos personas más impulsivas y menos reflexivas.  Esto hace que sea más difícil considerar factores extraños que en realidad pueden no ser extraños en una situación específica y se nos dificulta tomar en cuenta las consecuencias futuras en las consideraciones actuales.  

Sumado a lo anterior, es probable que percibamos los estímulos neutros como amenazantes y las personas propensas a la agresión se vuelven aún más agresivas, a la vez que nuestras decisiones se vuelven más egoístas.

Por su lado, las crisis se caracterizan por reacciones psicológicas que incluyen etapas de negación, respuestas o pensamientos desorganizados e intrusión de ideas, pensamientos e imágenes que conllevan a sentimientos de pérdida de control, entre otras.

La pandemia del COVID19 combina todo lo anterior.  Un suceso altamente estresante y angustiante, sobre el que no tenemos control por el momento (ni total conocimiento) y que afectará nuestras vidas aún de formas desconocidas, está aquí hoy con nosotras y nosotros.  Bajo esta circunstancia tan excepcional, las reacciones típicas anteriormente descritas, para situaciones de angustia y crisis, no se han hecho esperar.  

Las teorías de la conspiración alivian el sentimiento de descontrol en muchas personas.  Pensar que existe una “explicación lógica”; que lo que sucede “es parte del plan de otras personas o grupos”, da la falsa sensación de control.  Aunque no sea un control en nuestras manos, pensamos que “por lo menos otras personas saben hacia dónde va esto; es parte de su plan”.

Tal y como menciona Kate Stabird – profesora de la Universidad de Washington especializada en las reacciones sociales a las crisis – en una entrevista a BBC sobre tiroteos masivos en EEUU: “"Nos resulta más fácil aceptar una teoría de la conspiración en la que alguien maneja los hilos porque la realidad… la realidad es mucho más caótica y azarosa, y es muy difícil asumir algo así".

Esta investigadora señala que, conforme avanzan investigaciones sobre fenómenos específicos, algunas veces surge nueva información que pareciera contrariar información anterior y, aunque esto es normal ya que inicialmente no se cuenta con todo el conocimiento sobre un hecho en particular, muchas personas aprovechan esto para sugerir que el gobierno o la policía nos están mintiendo. “Así, el proceso de buscarle el sentido a algo, el proceso natural, queda secuestrado por personas que de alguna manera quieren tener esa otra conversación.  Y lo hacen por diferentes motivos” indica Stabird más adelante en dicha entrevista.

¿Qué podemos hacer frente a las teorías de la conspiración sobre el COVID19?

Lo primero es entender y reconocer que es normal que las personas reaccionemos de diferentes formas, y que una de ellas puede ser una fijación en las teorías de la conspiración – por lo menos durante las etapas iniciales de la crisis.

Stabird hace hincapié en que los distintos grupos que propician el discurso conspirativo han ido formando un peligroso ecosistema mediático alternativo que tiene un alcance y un poder sorprendentes.  Por lo tanto, es esperable que surjan numerosos artículos o páginas que tiendan a transmitir mensajes conspirativos y estos calarán mayormente en las personas susceptibles a aceptar dicha información buscando establecer prontamente un “sentido de control”, aunque sea externo.

No obstante, si ya sabemos que este tipo de información va a circular, podemos evitar caer en la trampa; ser más resistentes al consumo de esta línea de noticias – el conocimiento puede funcionar como vacuna.

En este momento, lo más importante es buscar las herramientas adecuadas para gestionar emociones provocadas por la propia crisis, el estrés y la ansiedad, que son normales bajo estas circunstancias.

Algunas recomendaciones son:

  • Acepte información que provenga sólo de fuentes oficiales

  • Evite la sobreexposición.  Está bien limitar el uso de redes sociales o la información que recibe de ciertos contactos, grupos o medios de comunicación

  • Si le llega información que podría ser falsa o alarmista, no le de mayor difusión

  • Reconozca, valide y exprese sus sentimientos y emociones – incluyendo temores

  • Trate de realizar actividades que le permitan tener una sensación de estructura y organización en actividades del día a día: organice un horario con rutinas, haga ejercicios, busque un pasatiempo, mantenga un horario para las horas de comida y de sueño, entre otras cosas

  • Si tiene dificultad para lograr un equilibrio emocional, busque ayuda de profesionales de la salud mental

  • Es muy importante que no deje de ninguna medicación o tratamiento médico o psicológico que haya iniciado previo a esta situación o que inicie en estos días

Finalmente, recuerde que esta situación es temporal.  Toda crisis tiene una fecha de caducidad y una enseñanza para su vida, y ésta no es la excepción. 

Este es un buen tiempo para practicar la flexibilidad mental, tan importante para desarrollar la resiliencia, definida como: la capacidad humana para enfrentar, sobreponerse y experimentar fortalecimiento o transformación por las experiencias de adversidad.

De momento, lo mejor es dejar de lado las teorías de la conspiración para poder atender responsable y diligentemente los sentimientos y emociones que esta situación nos genera, y así lograr mantener nuestros recursos mentales y reservas emocionales en las mejores condiciones posibles para poder avanzar hacia un futuro con desafíos y cambios, pero también con sorpresas y esperanza.

MÓNICA CRUZ ALVARADO

Psicóloga, investigadora y especialista en
Políticas Públicas y Justicia de Género
mcruzpsico@gmail.com