Arquitectura y técnica: ¿antagónicas?

ÓSCAR NAVARRO

Dice Heidegger “La técnica era un modo de saber o de conocimiento que a diferencia de los que se hallan en el animal, y que están dados en su naturaleza de modo total o parcialmente instintivo, debe ser adquirido por la enseñanza, la práctica y la experiencia” . Esta frase plantea que la técnica es algo que el ser humano puede aprender y es una forma de pensamiento complejo que resuelve problemas. H.G. Gadamer, en su texto "El inicio de la sabiduría occidental", apunta que: "...obviamente, techne no debe entenderse en el sentido moderno de técnica, sino como creación espiritual, tal y como ésta se comprendía antes del surgimiento de la técnica moderna. Para los griegos, la techne es un saber con el que se produce algo, no la producción misma”.

De acuerdo a la forma en que se transmite el conocimiento actualmente, la frase del filósofo alemán nos lleva a pensar en la escuela y sus profesores como el medio por el que podemos llegar a obtener esos saberes. Estas palabras permiten reflexionar en cómo vincular los términos arquitectura y técnica dentro de la academia para comprenderlos como términos inherentes y simbióticos dentro de la arquitectura.

Esta conciliación permitiría evitar algunos prejuicios que existen sobre los tres supuestos arquetipos de profesionales: el que sabe diseñar, el que sabe pensar y el que sabe construir, casi planteados como tres perfiles desvinculados entre sí. En este artículo, se abordará de la forma más pragmática posible esta dicotomía entre diseño y técnica, como una oportunidad para la producción de pensamiento y arquitectura.

Una preocupación primordial de este estudio es re-validar conceptos, re-visitar datos históricos e indagar dentro de diferentes disciplinas para que, tanto estudiantes como profesionales interpreten y validen la técnica dentro de su quehacer cotidiano en la escuela y en la práctica. Y de esta forma, erradicar la “segmentación” que se suele hacer sobre la arquitectura y el arquitecto para comprenderla como un todo en el momento de proyectar.

ORIGEN arquitecto-ingeniero

Quizá pensemos que los valores técnicos de la obra de arquitectura recaen siempre sobre la ingeniería. Este fenómeno podría tener sus antecedentes puesto que desde los orígenes de la disciplina ha existido confusión con los términos; Marco Vitruvio escribió el único libro que sobrevivió y ha trascendido sobre ingeniería de la Antigüedad, Los Diez Libros de la Arquitectura; éste es un libro de ingeniería y no de arquitectura. Se hace la salvedad porque buena parte de lo que está escrito toca temas que hoy no son considerados pertinentes para la arquitectura y porque la palabra arquitecto en la antigüedad no significaba lo mismo que hoy. La palabra ingeniería no aparecería hasta la edad media, según argumenta Lynn White, donde relaciona a los ingenieros con la creación de las máquinas de guerra. La palabra ingeniero proviene del latín ingenerare y significa crear. Un ingeniero sería para ese entonces, una persona que creaba máquinas de guerra.

A partir de esta premisa, se desarrolla la relación de la creación y la técnica. Sin embargo, cuando se comienza a hacer más tangible esta relación, es en la época medieval donde un capomaestro, que generalmente estaba entrenado como albañil o carpintero, resolvía problemas prácticos de la construcción como elevadores, cortadores de piedra y daba instrucciones a los albañiles y carpinteros; su labor era tan diversa y compleja que no estaba claro sus alcances y hasta donde éste incidía en el diseño de la obra.

Este papel se mantuvo en Italia hasta el siglo XV. El concepto y rol del ingeniero aún se encontraba en proceso de definición, así como la de arquitecto. La misma persona podía ser llamada architecto o capomaestro e ingegniere; y abarcaba proyectos de maquinaria militar, proyectos de irrigación y construcción arquitectónica.

Ya para el siglo XIV en Florencia, esta figura comienza a desaparecer y los capomaestros evolucionan a ser hombres vinculados con el arte. Pintores y escultores se encargan de la construcciones; un ejemplo de esto es Filippo Brunelleschi (1377-1446), quien se desempeñó además de la arquitectura, en escultura y orfebrería.

No es hasta el renacimiento que se establece una diferenciación más clara entre roles. A pesar de esto, grandes obras del Renacimiento fueron creadas por ingenieros y no arquitectos. Esta separación difusa entre tareas demuestra la importancia de comprender lo estrechamente vinculadas que están ambas disciplinas y que una no dejó de existir por la otra.

Anteriormente, se mencionó la expansión del rol del artista al de creador de arquitectura y cómo ambas disciplinas que encadenan en una sola figura. Este vínculo, combinatoria o crecimiento del ámbito profesional del hombre renacentista, da paso a la pregunta: ¿es la arquitectura un arte?

ARTE Y ARQUITECTURA

Se suele pensar en el arte como la posibilidad de creación sin restricciones y como una práctica que no requiere de la técnica para resolver esas restricciones.

Ante esta situación, Helio Piñón plantea que lo primero por aclarar es la separación del concepto de construcción del de edificación. La construcción es el medio imprescindible para concebir la arquitectura. Ésta empieza y reside en el acto de proyectar y se desarrolla cuando aquello que se proyectó, trasciende a la realidad física y corpórea. Para alcanzar esto, el arquitecto trabaja primero con criterios artísticos, como la composición y el diseño, de acuerdo a Louis Kahn. que unifica a su vez, con criterios ingenieriles.

Para Piñón, Arquitectura sin construcción es solamente una edificación, ya que no nace del arte. Lo importante de esto, es que en la construcción se desenvuelve la técnica y nuevamente plantea el vínculo con la arquitectura.

Para consolidar esta idea es importante reflexionar sobre el origen de la palabra arquitecto.

Algunos sostienen que proviene de archi tectum, es decir, “el primer albañil”; otros plantean que proviene de la palabra griega archi, “soy el primero” y tékton “obrero-carpintero”, según Aristóteles. Ambos términos evocan las especialidades que como se planteó anteriormente, se aprendían y sus conocimientos se trasladaban generacionalmente hasta llegar a ser capomaestro y tenían un impacto directo en el diseño de la obra de arquitectura, desde su concepción y desarrollo constructivo.

Aristóteles dividía el pensamiento humano en tres corrientes, episteme (unidad de conocimiento), doxa (opinión) y tekhne = técnica. Esta palabra viene de tekhnicos que es relativo al que hace con cierta destreza para desarrollar un oficio.

Esto implica que existe un producto (dependiendo de la disciplina) que se va a realizar o a hacer y que para hacerlo existe de antemano un conocimiento o teoría aprendida que es más abstracta y compleja que el propio objeto.

La arquitectura como “aparato” existe al mismo tiempo como técnica y existe como conocimiento debido el pensamiento que exigió imaginarla.

En el siguiente texto de Peter Behrens se plantea la relación entre aprehender la técnica o herramientas para crear lo que imaginamos partir de criterios intelectuales y abstractos:


Adiós a la 'voluntad de época':

La arquitectura como decisión intelectual

"Arquitectura significa “arte de construir”

y unifica en un solo nombre dos conceptos:

el arte del saber, el dominio de los temas prácticos, útiles y el arte de lo bello.

Hay algo liberador en el hecho de que, en una palabra,

se unifiquen los dos conceptos,

el de la utilidad práctica y el de la belleza abstracta

que, a menudo, en nuestra época, lamentablemente

demasiado a menudo,

se han enfrentado hostilmente.

Hemos presenciado una época

en la que significaban casi lo opuesto.

Esa época ya la hemos dejado atrás y ahora podemos afirmar con satisfacción

que los signos de la reconciliación cada vez son más perceptibles."


En esta conjunción que existe entre disciplinas, se entiende la manera en que la técnica debería de tener una finalidad. Esta consiste en plasmar en el mundo físico la abstracción de lo teórico, es decir, del universo intelectual e inmaterial.

Le Corbusier decía que “solo vale la pena aprender lo que no se puede explicar”; el “aparato” arquitectónico siempre ha existido en dos dimensiones: la abstracta y la tangible.

Entender la disciplina únicamente desde el pensamiento o sólo desde la construcción es erróneo. Esto ha sido así incluso antes de que se instaurara el término arquitectura (momento predisciplinar) o cuando esta surgía como construcción espontánea.

CONSTRUIR UN PRODUCTO

Según Aristóteles, poiesis kai tejné era el término más cercano a la arquitectura como la conocemos hoy, este significa producir o crear. Aristóteles plantea que la noción de arte es casi idéntica a la de tejné, puesto que la palabra arte es un verbo y además un sustantivo que identifica los productos del hacer. Hacer arte, por lo tanto, es el proceso de fabricarlo (verbo) y el producto final que surgió de ese proceso técnico (sustantivo).

Las destrezas y habilidades que se aprenden para construir un producto, no pueden desarrollarse sin la idea de arte o hacer con arte.

La primera línea sobre el tablero resulta desmerecida de lo que realmente imaginamos.  El hombre siempre es más grande que sus obras porque la obra nunca llega a expresar por completo sus aspiraciones. Si centramos la atención en lo que plantea Kahn, este resulta ser un problema de lo mensurable y lo inconmensurable y regresamos a la idea anteriormente mencionada sobre la arquitectura como idea y la arquitectura como aparato.

Para que en la relación tejné-poiesis, estos dos conceptos puedan estar lo más cerca posible, se requiere de un trabajo de práctica constante.

¿Cómo transmitir emociones y cómo tangibilizar nuestras fantasías más abstractas de la forma más coherente posible desde la arquitectura? Trascender esta actitud al mundo material y no relegarla únicamente al de las ideas. La única manera posible parece ser a través de la técnica.

CONSTRUIR LO IMAGINADO

¿Qué es construir?

El prefijo con-(unión, todo, junto) y el verbo struere (juntar, amontonar), no nos brindan una referencia explícita sobre la construcción de un objeto. Unir no se limita únicamente a juntar elementos físicos; el verbo también puede referirse a elementos intangibles como las palabras y las ideas. Esto aleja al término de la banalización de que construir es únicamente una manifestación material de una idea, sino que está relacionada con la posibilidad de ordenar esas ideas de una forma consecuente para poder generar entidades de mayor complejidad.

Es la buena disposición de elementos lo que hace que el objeto creado tenga coherencia y complejidad. Entendemos el lenguaje como construcción y quizá de las más complejas que conocemos y hemos creado. Este existe debido a la necesidad de comunicar efectivamente las ideas que dan sentido a nuestro mundo. Es a través de esta analogía, donde la arquitectura comprendida como lenguaje puede, consolidarse mediante la construcción, como el mayor recurso para atender a las necesidades espaciales, fenomenológicas y utilitarias de los seres humanos.

La construcción (y sus implicaciones técnicas) como medio para comunicar ideas complejas, es también medio para imaginar posibilidades infinitas.

Así como el poeta es más expresivo y sugerente según el bagaje de lenguaje que maneje, el arquitecto será más elocuente según su manejo de la técnica.

En este sentido, la apariencia que tenga el poema o el aparato arquitectónico, lo define la construcción que el arquitecto determine ordenando sus partes, haciendo la analogía con el lenguaje sería la sintaxis del proyecto, siendo estas partes consecuentes con la idea para su proyecto.

De alguna forma siempre estamos validando la idea de la arquitectura a partir de la construcción.

Helio Piñon nos dice que “aprendemos a hablar de manera inconsciente en la niñez, y se cultiva de manera progresiva a lo largo de toda la vida. El aprendizaje de una lengua es, en realidad, la adquisición de una competencia para construir discursos de complejidad desigual, pero regulados por unos mismos criterios sintácticos”. Lo que supone que la arquitectura se está construyendo desde una forma mental, compleja y que se lleva a materializar por el cúmulo de conocimientos técnicos y tecnológicos que tengamos a disposición generados, ya sea por la escuela, por la experiencia en el campo o por las tecnologías que nos provea nuestro contexto.

TÉCNICA Y TECNOLOGÍA

La arquitectura siempre ha estado condicionada por la tecnología. Desde los métodos en cómo se proyecta hasta cómo la construimos, esta relación plantea la diferencia entre ambos conceptos. La diferencia entre ellas es totalmente epistemológica, la técnica establece procedimientos con la aplicación de conocimientos aprendidos y la tecnología establece conocimientos con la aplicación de procedimientos. Esto nos indica que la tecnología nunca llegará a reemplazar en cierta medida a los procedimientos técnicos, puesto que estos son a su vez los que alimentan esa tecnología.

Un ejemplo de esto es el de los sistemas constructivos existentes en el mercado de la construcción, donde la tecnología provee un sistema que llega a formar parte de un proyecto y esta tecnología requiere conocimientos técnicos para crearla y ponerla en práctica, ya sea durante el proceso de proyectar (donde se comporta como generadora de forma) o durante el proceso de ensamblaje constructivo, cuando, al disponerla correctamente, intenta ser arquitectura.

La Casa en Ujarrás figura 1, de autoría propia, adquiere su forma a partir del módulo de medida que establece el sistema constructivo figura 2 (Superbloque) y obtiene su apariencia a partir de la relación  con este material. Los valores arquitectónicos y estéticos nacen, entonces, de la relación técnica-tecnología. este material. Los valores arquitectónicos y estéticos nacen, entonces, de la relación técnica-tecnología.

El uso de la tecnología como medio de diseño y las posibilidades que podría presentar a la hora de proyectar son bastas y hay que mirarlas con detenimiento

Figura 1

Figura 2

La construcción material es un instrumento poderoso para concebir un proyecto de arquitectura y no una técnica que sólo resuelve estructural y físicamente una edificación. Aunque no determina la solución final de un proyecto, propicia respuestas que el diseñador debe estar capacitado de resolver de forma oportuna en el diseño. Estas respuestas se ubican desde la misma concepción del proyecto. Esto generaría una arquitectura más potente y homogénea.

En definitiva, darse cuenta de que el problema de la técnica se puede abordar desde muchos ambientes, exige a desarrollar el tema con más espacio y dedicación.

Mientras tanto, podríamos sostener que el proyecto de arquitectura es una forma de conocimiento que abraza muchas vertientes y la tecnología podría ser un medio para abordarla con profundidad.

Se hace necesario investigar más sobre la técnica en distintos contextos y distintas latitudes y cómo se ve influenciada por estas variables. Desde las formas de construir hasta la forma de pensarla, los procesos artesanales y su relación con la mano de obra y tecnologías, la técnica se levanta como una necesidad de reflexión disciplinar.

Como conclusión temporal, el escrito hace los esfuerzos por reivindicar la técnica no como aquel concepto que estropea el proyecto y que trunca el espacio imaginado, sino como una estrategia para concebir la arquitectura de una forma más completa y compleja.

Al recuperar datos históricos y ejemplos tangibles de relevancia, se hace explícita la necesidad de reconsiderar la técnica como un tema fundamental.

ÓSCAR NAVARRO

Arquitecto

@quincecerouno