El Rey se pasea desnudo
ADRIANO RAMÍREZ JEREZ
El adversario puede construir a su rival: su personalidad, el tamaño de sus victorias, la dimensión de sus fracasos, lo que lo hace excepcional o no. La concepción del saprisismo por parte de sus detractores es la de la arrogancia hasta el hartazgo. Hoy nadie encarna mejor este concepto que Wálter Centeno, y por eso la afición morada lo ama.
De futbolista estuvo dotado de una visión panorámica excepcional y técnica notable. ¨Paté¨ hizo sufrir al clásico rival y a todos los demás; se ausentó para pasear por Europa y anotar al Real Madrid en la Liga de Campeones; cuando esos eran los hitos de nuestro fútbol. Como seleccionado fue capitán y dueño del medio campo, convirtió goles importantes, sirvió otros tantos y asistió a la Copa del Mundo. Su exitosa carrera como futbolista pudo ser concebida en un alto porcentaje por su marcada personalidad. Arrogante, vanidoso y confiado; plantó a la prensa, fue dueño del camerino del mejor Saprissa del siglo y enfrentó a la Ultra Morada. Centeno tuvo el valor para encarnar un mito que hoy pone en juego.
La personalidad lo traiciona como entrenador. Wálter Centeno parece confundido en la búsqueda estética que caracterizó su carrera dentro de la cancha. Insiste en adoptar bajo el método copy-paste un estilo de juego que, cuando menos, requiere en los ejecutantes una serie de aptitudes físicas y mentales de las que parece no haber tomado examen. Ello exhibe a un ídolo arrogante, que no tiene crédito en los resultados de su equipo sino que lo encuentra en las gradas, abusando del cariño del fanático y orquestando los silbidos del futuro. “Paté” está dilapidando su prestigio y el del Saprissa.
En un cuento popular, Hans Christian Andersen narra la historia de un emperador vanidoso y arrogante que, obsesionado con sus trajes, no pudo advertir la estafa que dos aparecidos tejedores le tendieron al prometerle un nuevo vestido con la característica de ser invisible ante los ojos de los incapaces y los tontos. Aquel rey se paseó desnudo frente a su pueblo y cortesanos, la vanidad y el temor no permitieron que nadie dijera nada y cuando por fin alguien señaló la realidad, el emperador siguió su paso soberbio en medio de la multitud con la complicidad de sus cercanos. Hoy Centeno es ese rey que se pasea desnudo en su tozudez.
Adriano Ramírez Jerez
Periodista