El comportamiento del costarricense
Siempre trato de encontrar explicación científica a los fenómenos de los que me percato al menos para tratar de entenderlos. En este caso me ocuparé del comportamiento del costarricense medio, que en estos días de pandemia, en algunos casos, deja de ver un desdén por la autoridad y el cumplimiento de las disposiciones para enfrentar la pandemia desde la perspectiva social. Trataré de explicarlo a la luz de la Teoría de McClelland.
El Dr. David McClelland era un profesor en psicología de la Universidad de Harvard. Él esbozó una teoría que trata de explicar el comportamiento de las personas y las sociedades. La Teoría Motivacional de McClelland, muy en boga en los años 70s y 80s, fundamentaba el comportamiento de los individuos en la interacción de tres niveles de actividad, a saber: el nivel de poder, el nivel de logro y el nivel de afiliación.
Los tres niveles interaccionan con diferente intensidad en los individuos, lo que puede ser determinado mediante “pruebas” aplicadas. Una persona puede ser muy autoritaria (un nivel de poder alto), muy trabajadora (maneja un nivel de logro alto) y demuestra empatía por sus semejantes o quienes son objeto de su trabajo (un nivel de afiliación alto). Ese perfil correspondería a alguien ideal para ser jefe de gobierno o presidente de una empresa. Como las tres variables, poder, logro y afiliación se manifiestan en diferentes niveles, al interaccionar generan comportamientos distintos.
Para ciertas actividades puede ser muy útil una persona tipo Madre Teresa de Calcuta, posiblemente caracterizada por un nivel de poder bajo, un nivel de logro alto y un nivel de afiliación todavía más alto. Hacía muy bien su trabajo, pero posiblemente no serviría como gerente. En el otro extremo, un individuo como Stalin, tenía evidentemente un nivel de poder muy alto, lo que lo hacía extremamente autoritario, un nivel de logro muy alto, se sabe que era un individuo trabajador y que le gustaba se completaran los emprendimientos, pero demostraba poca empatía por las personas; tenía un nivel de afiliación bajo...asesinaba a las personas como si fueran cucarachas. Stalin quizás fue necesario en los primeros años de la Unión Soviética, pero luego fue pernicioso. La combinación de su patrón motivacional puede ser muy peligrosa.
Lo interesante y relevante de la Teoría Motivacional de McClelland, es que las sociedades tienden a reflejar como colectividad un patrón motivacional similar al de los individuos medios de esas sociedades. Estudios realizados para comprobar la teoría, demostraron que el patrón motivacional se ve influido por el tipo de información que por las vías educativa y comunicativa recibe el individuo.
El INCAE trajo esa teoría a Centroamérica en los años setentas y en Costa Rica la OFIPLAN (Oficina de Planificación Nacional y Política Económica de la Presidencia de la República, hoy MIDEPLAN) aplicó la teoría al comportamiento costarricense , con la asesoría directa del doctor McClelland. Se llegó a inferir que el costarricense medio tiende a tener un nivel de poder alto, un nivel de logro medio y un nivel de afiliación bajo. Así mismo se sugirió, tendía a comportarse la sociedad en términos generales. Al equipo de McClelland le pareció que lecturas como Tío Conejo, tan divertidas y adecuadas para despertar interés en la lectura, generan también un nivel de poder alto. Igual sucedía en los mencionados años y los previos, con las noveles por la radio y las películas rancheras, en las que hasta los más” profundos amores” eran machistas y autoritarios.
Si uno se pone a ver, hay comportamientos bastante generalizados socialmente que responden a esos patrones. OFIPLAN en la colaboración con el MEP, analizó si valía la pena mediante la educación y la comunicación moderar el nivel de logro del costarricense, para que sin que perdiera la capacidad de promover la democracia de que gozamos y de ejercer sus derechos, disminuyeran los niveles de rebeldía y autoritarismo que son parte de nuestra vida cotidiana, que subiera el nivel de logro para que fuera más productivo y el de afiliación, para favorecer la solidaridad y el compromiso social del individuo. Se experimentó tímidamente con la metodología de McClelland, pero no se profundizó en parte por el peligro que lleva implícito el intentar cambiar el comportamiento de las personas y las sociedades; puede resultar algo totalmente diferente a lo deseado. Se puede trabajar el tema, vale la pena, pero en el marco de acuerdos sociales estratégicos que tendrían que generarse. Así mismo, habría que actualizar la información al respecto de esta metodología.
Allí está la teoría, que al menos nos puede servir para entender mejor lo que somos y para que cada uno busque la forma de mejorar su comportamiento. El “porta a mi”, el “a mi nadie me dice que tengo que hacer”, el sentirse “dueño del mundo” al conducir el vehículo comportándose las conductores como energúmenos o poco corteses; Así mismo, el instrumentalizarse las relaciones entre personas como formas de ejercicio de poder, no deberían ser parte de nuestro comportamiento pospandemia. Otra cosa es empoderarse, lo que es deseable; no confundamos “la gordura con la hinchazón”.
En el marco de un país que se precia de su democracia, que tanto ha invertido en educación y que ha demostrado vocación de desarrollo social, nunca está demás mejorar el nivel de afiliación y el de logro, manteniendo el de poder controlado.
CARLOS MANUEL ECHEVERRÍA ESQUIVEL
Ex viceministro-Subdirector de OFIPLAN (1978-1982)
cmecheverria@yahoo.com