Con el estómago vacío, no...
ADRIANO RAMÍREZ JEREZ
La primera vez que tomé antibióticos lo hice en ayunas, tuve un gran malestar que deparó en náuseas y vómito. Ignoraba en ese entonces que para mi estómago recibir esas dosis sin contenido previo era como una patada de caballo mongolés. Lo correcto es comer antes para tener una base que permita procesar adecuadamente la mezcla que contienen las cápsulas.
Con la información pasa algo similar. Creemos que vivir en la ¨era de la información¨ y tener a mano los últimos acontecimientos que influyen en el desarrollo de nuestra vida nos prepara ante los retos que nos plantean. Nunca tan errado. Es necesario tener una base teórica, conocimiento, para que nuestro cerebro procese adecuadamente la información, iniciando por si es real o no. Como es imposible que todos podamos tener ese criterio existe la autoridad, uno de los pilares de la democracia moderna que el nobel alemán, Theodor Mommsen, definió así: ¨más que una opinión y menos que una orden, algo que no se puede ignorar sin correr un peligro¨.
El problema, señalaba Hannah Arendt en 1956, es que ya no estamos en condiciones de saber qué es la autoridad. Que la posmodernidad haya difuminado las líneas diferenciadoras entre el Ministro de Salud Pública y un opinador de redes sociales nos orienta hacia el ostentoso horizonte de la interpretación personal de los hechos; un asidero confuso que encuentra sus garantías en percepciones del individuo, condicionadas por convicciones, hoy más que nunca, incuestionables.
Por supuesto que el coronavirus representa una emergencia de salubridad mundial, que los gobiernos deben tomar medidas prudentes de contención y la población acatarlas; pero cuando una gripe con tasa de muerte del 4% desata la caída de la bolsa de Nueva York en 7 puntos, el problema no se trata de sanitizador y lavado de manos. Nuestro mayor enemigo como sociedad son los estómagos vacíos que todos los días reciben cantidades de información que son incapaces de procesar.
ADRIANO RAMÍREZ JEREZ
Periodista